Con la mirada fija sobre las partituras, la concentración era total. Los chicos sólo escuchaban con suma atención las indicaciones del profesor Pablo Grosman sobre cómo debían cruzar el arco del violín en un fragmento de "La abeja", del compositor Shubert. Dominar el movimiento de esta parte de la pieza no era tarea sencilla, pero con algunas repeticiones del ejercicio, fueron lográndolo. El resultado fue el esperado. Entonces sí llegó un breve descanso, donde al igual que sus compañeros, Gerónimo Luna y Rodrigo Sánchez tomaron aire y relajaron sus manos. Es un desafío, y así lo encaran, no sólo el hecho de ejecutar bien la pieza musical, sino el de demostrarse a sí mismos que serán capaces de dar lo mejor hoy al mediodía en el Auditorio Juan Victoria. Será en el clásico Concierto de Invierno de la Orquesta Escuela de San Juan, respaldado por el Ministerio de Turismo y Cultura,  en el cual una vez más se pondrá a prueba todo el aprendizaje desarrollado durante el primer semestre del año, frente al público. Es como un examen de rigor, porque subirse al escenario y exponerse ante la mirada -y el oído- de la platea representa todo un ritual, tanto para un estudiante como es Rodrigo, como para un intérprete más avanzado que incluso ya imparte clases a sus compañeros más jóvenes, tal es el caso de Gerónimo; dos puntas de esta formación. 

Gerónimo tiene 20 años y además de ser uno de los más veteranos de la escuela -ingresó en 2012- y ya monitor de los más novatos, es becado como integrante en el cuerpo de La Camerata San Juan, donde Grosman es el concertino. Por su parte, Rodrigo, de 14 años de edad, es uno de los más chicos de su camada y con tan sólo cinco años de estudio es uno de los que más rápidamente ha ido creciendo y desenvolviéndose en la fila de violines. Si bien ambos cuentan con niveles de experiencia y práctica diferentes, comparten su pasión por la música clásica, alimentan una armoniosa amistad y sueñan con ser grandes violinistas, lo mismo que el resto de los 150 estudiantes que se presentarán en el Auditorio Juan Victoria, que abarca un amplio rango de edades.

En un gran ensamble de cuerdas (violín, viola y chelo) los miembros de los grupos iniciación, pre infantil, infantil y juvenil, ofrecerán un variado repertorio clásico. Habrá para disfrutar de las obras selectas de Mozart, Tchaikovski, Vivaldi, Haendel, Dancla, Accolay, Shostacovich y Elgar. A su ritmo pondrán en valor estos 11 años de constante evolución en la Orquesta Escuela.

Tanto para Gerónimo como para Rodrigo, ser parte de esta comunidad es como integrar una gran familia, que también los contiene. "Lo mejor que me ha dado la orquesta es la amistad", dijo Luna. "Pude lograr nuevos amigos y a lo largo de estos años los profes me ayudaron mucho a sostenerme. Sé que a mi edad, cuando más crecés, son más grandes las responsabilidades que hay que asumir. Y como sobreviví a muchas camadas de chicos, es sorprendente ver que cada mes se suman más y más chicos al proyecto", señaló Gerónimo.

Por su parte, Rodrigo sostuvo que "lo bueno de todo esto es que podamos tener la posibilidad de aprender y tocar, que nos presten los instrumentos. Todos somos de distintas edades, pero nos socializamos de otra manera, hacemos muchos amigos y tenemos los mismos gustos. Nos conocemos tan bien que nos entendemos, es como un equipo de fútbol que ya conocés cómo juega y cómo le pega a la pelota". 

Si bien pueden optar por practicar y trabajar de manera individual, ambos disfrutan tocar en compañía de los demás. De hecho, además de la música, compartir con sus pares es otro de los estímulos más importantes para asistir a clases. 

"Lo que tiene el violín es que es muy melódico, siento que vibra de forma más profunda y puede despertar muchos sentimientos", contó Luna, quien si bien confesó que al subir al escenario se pone un tanto nervioso, entiende que una vez arriba no hay mucho margen para equivocarse. "El show es lo importante y debe salir bien, lo ideal es no meter tanto la pata. Lo que busco es tocar y que la gente sienta emociones al escucharnos y que entienda que lo damos todo por actuar. Es un concierto que venimos preparando con muchas horas, todas las semanas", contó el joven que por intermedio de su tía, que es también música, se convenció y comenzó a concurrir a la Orquesta Escuela.

Rodrigo, viene de Rawson y su familia está muy asociada al folklore, ya que su padre es guitarrista tradicional. Su intención siempre fue acompañarlo con la guitarra, pero al igual que su amigo de clase, encontró en el violín el instrumento ideal para él. "Me encanta el violín porque consigo la mejor manera de expresar mis sentimientos, que a veces cuesta decirlos con palabras. Lo que me pasa es que el violín me ayuda a decirlo con música", sostuvo Sánchez, quien señaló ser un gran admirador de Beethoven, Mozart y Brahms. El muchacho aspira a desarrollar una gran carrera y hasta está pensando en animarse a aprender piano, aunque su anhelo es convertirse en solista de violín. "Conocer ciudades, viajar por el mundo y poder entrar a tocar en el Teatro Colón es mi mayor sueño. Y también quiero conocer a Xavier Inchausti, ojalá pueda darme ese gusto de tocar con él algún día", expresó un vehemente Rodrigo. 

Ensayo intensivo. Organizado en grupos de cuerdas, alumnas y alumnos de la Orquesta Escuela afinan hasta el último detalle para el concierto del próximo domingo.

"A mí me gustaría recorrer el mundo con un grupo de cámara -dijo por su parte Gerónimo-. La fama mucho no me importa, aunque si llega, bienvenida. Pero en el mundo de la música clásica, los parámetros son diferentes a la fama de la farándula. No me veo ‘popstar’, aquí es más profesional y más serio". Por último, el violinista no dejó de resaltar que "lo mejor que tiene la Escuela Orquesta es la pluralidad y la diversidad; y también la solidaridad que hay entre nosotros. Gracias a la Orquesta he aprendido a ser más sociable y bueno. Con él (Rodrigo) jamás me hubiera encontrado si no hubiéramos estado en esta orquesta. Es como una gran familia".

Fin del descanso, fin de la charla con DIARIO DE CUYO. Otra vez sumergidos en la intensa práctica, los jóvenes volvieron a sus violines con un objetivo en mente: dar lo mejor de sí y disfrutar del gran aplauso del público, que les alegrará el alma.