Después de años de postergación, de quedar en la marginalidad y de exclusión para aquellos sectores sociales que fueron ninguneados por la cultura "blanca" y patriarcal en la industria cinematográfica, en la 90na edición de los Premios Oscar quedaron visibilizados numerosos reclamos por la igualdad étnica, la diversidad sexual, la inclusión y el respeto a la mujer. A un costado quedó la faceta frívola habitual, para dar paso a temas más sensibles que los involucra a todos.
Protagonistas como Guillermo del Toro o Richard Jenkins lucieron chapas de Time's Up (movimiento para combatir el acoso sexual). El cineasta mexicano, con el premio a la mejor dirección en la mano, aseguró: "Soy un inmigrante, como Alfonso (Cuarón), como Alejandro (González Iñárritu), como mis compadres y como muchos de ustedes. Lo mejor de nuestro arte es que borra las líneas en la arena". "Se va abriendo un nuevo camino, los cambios están impulsados por nuevas voces, un coro que recita 'se acabó'", aseguraron, juntas, desde el escenario, Ashley Judd, Salma Hayek y Annabella Sciorra, tres de las víctimas de los abusos de Harvey Weinstein. Pero hubo más manifestaciones espontáneas: en el escenario se oyeron gritos de "Viva Latinoamérica" y "Viva México" y la transexual Daniela Vega, protagonista de la película chilena ganadora del Oscar, Una mujer fantástica, dijo que "una vez que las puertas se abren es difícil cerrarlas". La ganadora como mejor actriz, Frances McDormand, reclamó a todas las nominadas que se pusieran en pie y les dijo: "Todas tenemos proyectos e historias que contar que necesitan financiamiento. Tengo dos palabras para decirles esta noche, señoras y señores: cláusula de inclusión".
Por primera vez todos tuvieron el espacio que siempre merecieron en la fiesta de los Oscar. El mensaje central fue "El cine somos todos".
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