Tiene un “muy lindo” recuerdo de San Juan, donde estuvo en 2018, con una conferencia para escuelas secundarias. “Fue con música que no es la que escuchan habitualmente los chicos de hoy y estaban encantados”, contó Sergio Feferovich sobre aquella presentación, que esencialmente giraba en torno a compositores clásicos, donde no faltaban el humor y los datos históricos. Un día, un productor vio lo que hacía, le dijo que era novedoso y con mucho potencial, así que fue por más. Armó un guion más elaborado y en formato espectáculo nació “La música de las ideas. Un viaje fantástico a través de los sonidos”, con el que el músico y director coral y orquestal, Doctor en Música de la Johns Hopkins University (Estados Unidos), vuelve a San Juan.

“La respuesta de la gente ha sido maravillosa y me encanta hacerlo. Será la primera vez con La música de las ideas en San Juan”, expresó en diálogo con DIARIO DE CUYO el también creador de “La vuelta al mundo en un violín” (multipremiada apuesta didáctica para niños, que hizo durante una década), que esta noche estará en el Teatro Sarmiento.

– ¿Con qué se encuentra el público que va a verte?

– Con un poco de todo, algo de historia de la música, algunas obras, la explicación de elementos técnicos aplicados a lo cotidiano, como el contrapunto en la música y en la vida… Juego bastante con el piano, a la gente le gusta ir descubriendo desde los sonidos cómo se forman ideas. De repente hay cosas inconexas y con una mínima pincelada adquieren sentido y la gente lo disfruta. Siempre digo que es como ver una peli: vos podés no saber nada de cine y te gusta la película, pero cuando te cuentan el efecto de la fotografía o lo que hicieron con la luz, cosas que uno desconoce, la disfrutás un poquito más. Lo mismo pasa con la música. 

– Y todo con buen humor…

– Sí, tiene cosas de humor. Yo soy fanático de Les Luthiers de toda la vida y aunque me llena de orgullo que por ahí me comparen, porque son unos monstruos, no es eso lo que hago. Tiene influencias, pero no es una obra de teatro, podría decirse. Además el público participa permanentemente y genera cosas en una función que en otras no se dan. La verdad que la pasamos muy bien y en estos tiempos tan hostiles, reírse, disfrutar y emocionarse no es poca cosa. 

– Hacés énfasis en la relación de la música con lo cotidiano. ¿Por dónde pasa ese vínculo?

– Por cosas que nos ocurren a todos. Hay un preconcepto de que la música clásica es elitista y lucho contra eso. Hay que saber que la música clásica empezó como música popular, lo mismo que la ópera era un entretenimiento del pueblo. Cuando escuchan a Bach y les cuento un par de cositas, lo disfrutan muchísimo. La desventaja que tenemos hoy es que los medios difunden otra música, de más fácil consumo, más comercial, donde Mozart y Bach no están incluidos. Pero hay gente que valora esta música donde no hay un tipo que hizo diez canciones iguales, con la misma base y repitiendo tres palabras, sino obras para toda la vida. La música comercial te harta enseguida, por eso la van cambiando, porque es de fácil absorción pero de fácil hartazgo también. 

– ¿Es una manera de “rescatar” la obra de esos compositores?

– Mi objetivo es pasar un rato ameno con música que no escuchamos habitualmente, casi sin querer, porque no te digo “Vení a escuchar música como corresponde”. Estamos en un mundo tan materialista que parece que lo único que importa es lo que tenés y podés comprar; y de repente tenés un rato de disfrute y emoción… Eso hay que rescatar, el valor de sentir que estamos vivos, pero no porque compramos la última licuadora, sino porque podemos reír y emocionarnos. Después de haber hecho varias funciones, el clima que se genera me sigue sorprendiendo, cómo la gente necesita ese espacio, la gente sale renovada. No digo que voy a cambiar el mundo, pero en esas personas algo pasa…

– Y además salen con un dato que no sabían o ganas de indagar más… 

– Bueno, me pasó algo con La vuelta al mundo en un violín. En un momento yo decía que estaba muy cansado y pedía que un chico me reemplazara y pasara a dirigir la orquesta, era un momento fabuloso. Eso fue hace 20 años y me enteré hace poco que uno de esos nenitos que pasó ingresó como violinista de la Sinfónica Nacional. No sé si yo influí en la vida de ese chico, quién sabe, pero es lo maravilloso de esto.

– En lo personal, ¿es distinto subir al escenario en esta versión de Feferovich?

– Yo me siento muy cómodo, el escenario es un lugar que frecuento desde muy chico y lo que siento es que toco el piano como cualquiera o hago una broma que me sale natural, pero del otro lado surge una risa o una atención que me conmueven. Es el mismo Sergio, pero con honestidad brutal digo que estar solo tiene su ventaja. Siempre que dirigís una orquesta están los problemas de cada uno, acá somos el piano y yo. Una vez, un músico de una orquesta estaba muy enojado conmigo y me dijo “Usted nos hace repetir esa parte como diez veces”… ¡Y ese es el trabajo, corregir hasta que sale bien!, pero para él era una queja. Bueno, el piano no se queja (risas) y también es un gran placer que nadie dependa de vos, salvo vos mismo.

– Entonces esa chispa siempre estuvo, no protagonista, pero estuvo…

– Siempre fui el que tocaba en los fogones, no por extrovertido, pero la guitarra y el piano siempre ayudaban. Y aparte me acuerdo que de chico tocaba mal a propósito. Venían amigos de papá a casa y yo tocaba “Para Elisa” pero totalmente mal y los invitados estaban en ese aprieto de decir “Qué lindo toca el nene”, pero sonaba horrible! Después sí, ya lo hacía bien… Yo disfrutaba mucho esas pavadas, tendría 8 años y ya jugaba con lo que la música producía en la gente, así que me parece que es algo que viene con uno. Creo que siempre fui así, las cosas están ahí, sólo es cuestión de dejarlas salir.

 – Hay algunas propuestas similares, ¿qué hizo que Feferovich sea Feferovich?

 – Qué se yo, lo que suelo decir es que hay grandes actores, hay gente que toca mejor el piano que yo, que es más graciosa que yo también… Lo que te hace distinto es la combinación de varias cosas, alguien que reúna esto de poder hablar en público, ser medianamente gracioso, tocar el piano, elaborar un guion… Todo eso junto hace que sea una propuesta medianamente original… me niego a decir que es única. Se me ocurrió, la hice y la gente responde, así que bienvenida sea, porque trabajar de lo que uno ama y encima que la gente te vaya a ver y te aplauda… Yo disfruto mucho y creo que lo que transmite es justamente ver a un tipo que disfruta lo que hace.

 DATO 
La música de las ideas. Con Sergio Feferovich. Hoy a las 21 hs, Teatro Sarmiento. Tickets en boletería y por entradaweb.com.ar, a $14.000 (pullman), $15.000 y $16.000 (plateas).