Foto Marcos Urisa

En familia. Jeffrey junto a sus hijos Amelia y Jayden y a su esposa Kelly, quienes se mudaron desde Nueva York a San Juan, su nuevo hogar por unos meses. 


Feliz de vivir otra vez en San Juan. Así se declaró el Dr. Jeffrey D. Francom, reconocido profesor y director coral norteamericano que arribó en febrero a la provincia, donde estará hasta junio, cuando finalice el Festival Internacional de Coros San Juan Canta que organiza María Elina Mayorga junto al coro Beruti, con el que trabaja intensamente en el marco de su 50¦ aniversario, mientras espera el encuentro donde se desempeñará como jurado. Y ese "otra vez" es justamente la clave que encierra el cómo llegó por primera vez y el porqué eligió volver, 25 años después, con una carrera prestigiosa y una familia. Sencillo y cálido, en muy buen español se encargó de contarlo.


"Soy profesor de música en Nueva York (NdeR, ejerce en la Crane School of Music, Potsdam) y por mi trabajo tenía la oportunidad de tomar un tiempo sabático, ir donde quisiera por seis meses, entonces quise volver a San Juan", comenzó en diálogo con DIARIO DE CUYO. "Hace 25 años vine como misionero por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Estuve en Mendoza dieciocho meses y seis meses acá; y San Juan cambió mi vida", afirmó con una sonrisa serena y amplia. "En esa época yo estudiaba piano en la universidad, desde que tenía 7 años quería ser concertista de piano. Por la Iglesia vine aquí y estuve trabajando donde ahora se llama Barrio La Estación, con personas que se hicieron mis amigas. Yo quería llevarles la música también, pero entonces no vi muchos pianos, teclados sí, pero no pianos... Y me di cuenta de que yo quería a esas personas más de lo que quería al piano, entonces me dije: 'Si no puedo llevarle la música con el piano a esa gente que amo, a mis amigos de San Juan, voy a enseñarles a cantar'. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, fue un momento decisivo en mi vida, tengo la foto de ese momento sentado en una roca, con mucha gente que amaba junto a mí, y en ese momento decidí que iba a volver a los Estados Unidos para ser un director de coros. Decidí cambiar mis estudios y es lo que pasó. Y cambió mi vida completamente", relató las raíces de este regreso que se prometió aquella vez y cumplió en 2023.


"Ahora que tenía la oportunidad de ir a alguna parte del mundo, el primer lugar donde quise ir fue San Juan. Esperaba la oportunidad de llevar mi música y compartir con los que amaba tanto, gente humilde, sincera, buenísima; y es lo que estoy haciendo. Estoy muy agradecido a María Elina y al coro Beruti que me dieron esta oportunidad para venir y su ayuda", comentó Jeffrey, que también está formando un coro desde cero con integrantes de su iglesia, de distintos departamentos, que toman sus clases en el templo de Rawson.

"El primer lugar donde quise ir fue San Juan. Esperaba la oportunidad de llevar mi música y compartir con los que amaba tanto".

La familia alquiló una casa en Rivadavia y desde ahí lleva adelante sus actividades, permeable a la idiosincrasia local. Kelly (que tiene 47 años como él y también es profesora de música) practica Jiu-jitsu y estudia español; y Jayden y Amelia -los hijos del matrimonio, de 10 y 9 años- asisten al colegio bilingüe Saint Paul, hacen natación y Jiu-jitsu. "Ninguno hablaba español, nada de nada, pero están aprendiendo. Uno de los niños habla un poco más que el otro, pero entienden casi todo, ahora es muy peligroso...", rió el director coral, que aseguró que no extrañan nada, excepto a su perro, que quedó al cuidado de unos amigos.


"Nosotros vivimos en la zona rural de Nueva York, a seis horas de Canadá, muy tranquilo también. Mi familia está lejos y la de mi esposa al sur de Nueva York. Al principio mi madre preguntaba dónde es Argentina, tenía un poco de miedo ¿sabes? Después vio por Internet y les empecé a contar y les gustó. ¡Ahora todos quieren venir a San Juan!", volvió a sonreír Francom, que se ha convertido en una suerte de embajador de la provincia en su entorno.


Dejando entre paréntesis al calor, al que terminaron adaptándose (tras pasar por Brasil y Chile, cruzaron a Ushuaia y desde allí vinieron a San Juan, que los recibió con 42 grados) todo les gusta, desde "las mejores empanadas" que venden frente a su casa hasta el cielo nítido que pudieron contemplar mejor aún aquella noche que se quedaron en el Observatorio de El Leoncito, pasando por las caminatas en familia en algún lugar de la ciudad y la Fiesta del Sol, a la que fueron tres veces. Y si bien tienen una lista de pendientes que cumplir antes de partir -caminar los cerros que ven desde su casa, hacer carrovelismo, conocer el Teatro del Bicentenario y el Museo de Bellas Artes, entre otras tantas- saben bien qué les robó el corazón. "Lo mejor que tiene San Juan es la gente", sentenció Jeff, que ya fue a Migraciones a averiguar qué necesitan en caso de regresar. Es que, una vez jubilados, no descartan volver y, tal vez, vivir medio año en cada país.


Las reuniones con sus amigos mate de por medio -"que a mi esposa le gusta más que a mí", marcó-, las charlas de sobremesa, el cariño con el que los compañeritos saludan a los niños en la escuela -"son más populares aquí que lo que han sido toda su vida en Nueva York", bromeó-, y la amabilidad en el barrio, donde al escucharles el acento les preguntan de dónde son y se ponen a conversar, son algunos momentos que atesoran. "Nos gusta esta vida. Estamos muy felices aquí", manifestó el hombre que ha notado que no sólo disfrutan de vincularse con otros, sino que también la familia -ahora con un solo auto, niños sin celulares ni consolas y más actividades compartidas- se ha unido mucho más.


"Cuando vamos a ver a nuestros amigos, ellos tienen un montón de niños en su barrio, los otros días en el camino contamos 26 niños y 30 perros -rió-. Y los niños están sentados en círculos, jugando con otros; y sus padres igual, tomando mate... Es una costumbre ser sociable", subrayó. "En general en Estados Unidos, y he visto que en Europa también, están muy ocupados, muy apurados, no es tan importante la amistad, eso que acá practican", agregó el conductor coral, quien también espera dejar aquí algo a cambio del cariño que reciben.


"Me gusta mucho trabajar con coros, pero también digo a las personas que no tienen que cantar en un coro para encontrar la felicidad que viene de cantar. Lo que espero es que ellos desarrollen confianza y sean testimonio de que cantar da felicidad y nos puede ayudar con la depresión, los problemas y todo eso", dijo Jeff, que cuarto siglo después pudo confesarles a sus amigos sanjuaninos que un día, sin saberlo, cambiaron su historia. "Y ellos me respondieron que yo cambié las suyas", confesó conmovido. "Eso vi hace 25 años en San Juan. Y aunque está distinto y ha crecido mucho, es lo que veo ahora", expresó.