Entre los grises urbanos, la rutina sorda de bocinas y transeúntes ensimismados, un oasis se abre en el centro de la ciudad sanjuanina. Nada de grandes marquesinas, de hecho hay que mirar para ver. Galería MirArte, se lee en un acertado juego de palabras, sobre el frente del flamante espacio que construyó -con el mismo amor y dedicación que modeló cada una de sus piezas- la artista plástica sanjuanina Mirta Romero. Espacio privado único en su tipo en la provincia, apenas ingresa, el visitante recibe la bienvenida en un pequeño hall. Mucha luz natural y escalones arriba, la primera estación. Cada "sector’ reúne diferentes temáticas y momentos. Y materiales. Y experiencias… Y tantas sensaciones… "Acá tengo desde obras premiadas hasta otras que no expuse nunca, como El azabache, y bueno, ahora quedará acá’, cuenta la reconocida escultora, que ha expuesto en diferentes partes del mundo, donde ha recibido numerosos premios; y que hace un par de años decidió retirarse de los simposios mundiales que durante décadas la tuvieron como protagonista. Desde aluminio hasta vidrio, desde maderas hasta hierro, pasando por ramas, cartón y chatarras, todo se resignifica y hasta una rama inerte de árbol o un simple tubo de cartón muta y significa tras pasar por sus manos. "Todo vale en el arte’, sentencia. Y ahora también luce, lejos del oscuro montón.
"Yo siempre quise una galería donde recibir a quienes les interese el arte y quieran conocer lo que yo siento. No quería que todas mis obras estén dispersas, hay muchas por el mundo, pero quería tener un lugar que las contenga. Ni por casualidad está todo, es cierto, la casa -donde tengo el taller- sigue llena de obras. Aquí entró la cuarta parte, pero bueno, algo he hecho, además no paro, porque es mi medio de expresión’, explica a DIARIO DE CUYO Romero quien, una vez que trasladó todo, lo fue ubicando intuitiva, visceralmente.
"73 años tengo, y me dije, a esta altura voy a hacer lo que yo quiero. Quiero un lugar para mis obras y si tengo que mover algunas, moverlas, y si no, que queden ahí, sin tener que estar esperando que me den un lugar y a los diez días vayan a parar a un depósito’, se explayó.
En otro piso, a la derecha, se abre un gran espacio para las obras permanentes, piezas de gran tamaño e instalaciones que hubo que terminar de montar in situ, justamente por sus dimensiones. Allí están, por citar algunas, El gran fruto y Del fuego vengo (ambas inspiradas en sus hijos); y El regreso del ángel, réplica de un primer premio que obtuvo en Alemania y que quería que también estuviera en la provincia. Imponente, se erige al final del salón, casi como custodio de ese templo donde anidan el hogar, la familia, el rojo pasión, las ansias de vuelo hechas alas, los frutos del amor, del esfuerzo… Mucho de lo que ahí se ve fue parte exposiciones colectivas. Otras, novatas con el espectador. Junto a ellas, acompañándolas, algunos escritos de una de sus hijas, Cristina. "Qué encrucijadas tiene la vida. Cuando lo creías muerto (…) resurge de las cenizas para volar y cobrar vida desde el renacer del arte’, está escrito bajo unos troncos.
Fascinada, pez en su agua, Mirta fluye entre pieza y pieza; y es la guía perfecta en ese laberinto de momentos de la vida, de impulsos, de alegrías, de dolores, de sueños, de deseos…. Dice que no siempre hay que saber, que hay que pararse frente a la obra y sentir; que no es bueno que esté muy "verseado’; y está bien, pero… "Las ciudades crecen para arriba ¿ves?, en este espacio vive una familia, en este otra, y otra, y otra… en cada espacio hay una familia, una vida’, relata esa suerte de conventillo erigido desde de las cenizas de un viejo calefón que encontró en una chacarita. Es inevitable que el válido primer impacto alcance otra dimensión cuando ella relata, describe. Acá, esculturas con serpentinita y ébano que trajo de México y Cuba (condenada al "exceso de equipaje’ en cada viaje), allá el Jardín Florido en hierro y vitrofusión, allí la gran familia tallada en madera… y los ojos curiosos seducidos desde cada rincón… "Se puede tocar, siempre he dicho que todo se puede tocar’, dice generosa ante el amague; y asegura que "la obra siempre se completa con el otro, con su interpretación. Como en la música, cada uno la apropia, se identifica con algo y le pone su propio nombre, y eso es lo lindo. El arte no 2"2′.
Está feliz, se le nota. "Es como cosas que se van cumpliendo en la vida -afirma-, pero no digo "hasta aquí llegué", yo sigo trabajando. Mientras respire, trabajaré, porque siempre tenés algún proyecto, porque siempre hay sentimientos, entonces nunca faltan los motivos, ni los temas… El arte te refleja’.
El dato
La galería está en Laprida 574 Oeste, entre Salta y Santiago del Estero. Entrada gratis. Para recorrerla hay que acordar día y horario (154184884).
Fotos: Maxi Huyema