Hoy se cumplen 40 años del estreno de una película que parecía imposible, que tuvo que sortear enormes conflictos y que encima fue mal recibida por la crítica. Pero que con el tiempo se convirtió en una de las mejores películas bélicas, de las más recordados sobre la guerra de Vietnam y uno de los films más icónico de su director, Francis Ford Coppola. 


A modo de celebración este mes se estrena una nueva versión, Apocalypse now: final cut, remasterizada y con tomas distintas. El resultado ahora es "la película perfecta", al decir de Coppola, que sorprendió este mes al asegurar que claramente "no es una película antibélica"; que Apocalypse "glorifica" la guerra a través de sus escenas. 


A propósito de este aniversario es que volvieron a salir a la luz las singulares condiciones en las que fue filmada esta película que protagonizada por Martin Sheen, Marlon Brando, Robert Duvall y unos jovencísimos Lawrence Fishburne, Dennis Hopper y Harrison Ford.


Filipinas fue el lugar elegido para recrear el viaje del capitán Willard (Sheen) para encontrar y asesinar al díscolo coronel Kurtz (Brando), que se convirtió también en el escenario de un rodaje caótico, con un elenco atravesado por las adicciones, graves complicaciones logísticas y un director que reescribía el guión por las noches. Los helicópteros y armamento eran prestados por el gobierno filipino, pero sin previo aviso se los quitaban para sofocar la guerrilla. Increíblemente los utileros del filme habían conseguido cadáveres reales por los que tuvieron que dar explicaciones a las autoridades. 


Marlon Brando llegó al rodaje sin saber la letra y pesando 40 kilos más de lo que pedía el rol. Para resolverlo, lo vistieron de negro y el director de fotografía propuso filmarlo en penumbras y usando su sombra. 


A poco de cumplirse un año de rodaje, a Sheen le dio un infarto. Aunque se salvó, tardó seis semanas en volver a trabajar. Coppola siguió filmando usando al hermano del actor, Joe, en todos los planos en los que no se le venía la cara. 


Tenía que funcionar. Coppola había invertido 30 millones de dólares propios e hipotecado sus bienes, tuvo un ataque de epilepsia, y se dice que amenazó con suicidarse. Cuando estrenó, la crítica la destrozó. Igual ganó la Palma de Oro en Cannes, dos Oscar y recaudó 150 millones de dólares a nivel mundial. 


Ahora con una nueva versión, Apocalypse now se prepara para demostrar que es un clásico que goza de buena salud.

OPINIÓN


Daniel Gil - Coordinador del cine club MPBA



Con 40 años al caer, Apocalypse now no es la mejor película que dio el cine de guerra, pero sí una de las más famosas. Las circunstancias de su fama, más allá de los valores cinematográficos, está cimentada en las demenciales condiciones de producción en las que se rodó la cinta. A quien le interese el tema, recomiendo el magnífico documental: Hearts of Darkness: A Filmmaker's Apocalypse. Lejos de la perfección formal de obras como El padrino o La conversación, Apocalypse now funcionó en la era post Vietnam como un magnifico artefacto cultural que cautivó la atención de los espectadores, arrojando un poco de luz sobre la locura de la guerra en la que durante los '60 se había embarcado los EEUU.


Más allá de la alabada dirección de Coppola, algunos de los pilares sobre los que se basa para ser aún recordado son, entre otros: 1) Excelente guion de John Millius y Francis Coppola. Según Millius, surgió del desafío que en una clase de guión lanzó un profesor, acerca de que ningún guionista había conseguido perfeccionar la adaptación del texto de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, novela que fue punto de partida de la película. 2) La magnífica fotografía de Vittorio Storaro. 3) El excepcional montaje de Lisa Fruchtman, Gerald B. Greenberg y Walter Murch.    Coppola nunca quedó conforme con su película y por eso en 2001 añadió al montaje definitivo 49 minutos que no figuraban en la edición original; y aún disconforme, este año se estrena una nueva versión en la que quitó 14 minutos. Apocalypse now sigue siendo para su director un "work in progress" y para los espectadores, una posibilidad de seguir disfrutando con sus variaciones.