Ciudad arrasada. Las manifestaciones en Santiago comienzan siendo pacíficas pero con el paso de las horas y la llegada del toque de queda comienzan los disturbios a gran escala. Grupo de jóvenes rompen y queman todo a su paso.


Chile vivió ayer una quinta jornada consecutiva de caos, con largas batallas campales entre fuerzas de seguridad y manifestantes, saqueos contra comercios y multitudinarias demostraciones de protesta. Este contexto de impensado en una economía que crece a un ritmo de 3 por ciento anual, forzó al gobierno a trabajar en la elaboración de una agenda de "cambio social" para frenar un estallido social que dejó 15 muertos, cientos de heridos y más de un millar de detenidos.


El panorama de violencia y represión volvió a instalarse en zonas céntricas de Santiago y otras ciudades del interior del país, como Concepción y Valparaíso, en medio de un estado de militarización de los espacios públicos que no se veía desde la época de la dictadura de Augusto Pinochet.


Mientras las calles de la capital chilena eran dominadas por los disturbios, el presidente Sebastián Piñera recibía en la sede del gobierno a líderes de los partidos políticos de la alianza gobernante y de la oposición, para analizar medidas destinadas a conformar a los manifestantes, que exigen mejoras en los servicios de salud, educación y distribución de los ingresos.


Dirigentes de los partidos Por la Democracia (PPD), Radical (PR) y Demócrata Cristiano (PDC) se reunieron por la tarde con Piñera en el Palacio de La Moneda con un pliego de pedidos, que también exige respuestas sobre los 15 muertos que ya contabiliza la revuelta. 


El jefe de Estado escuchó pedidos para que los militares sean retirados de las calles y se ponga fin al estado de excepción declarado en medio del estallido social. Al cabo de ese encuentro, el ministro del Interior Andrés Chadwick, citado por La Tercera, anunció que Piñera "próximamente" daría a conocer una "propuesta de agenda social para avanzar en el país". Dijo que se estudiaba una "agenda de unidad, de cambios sociales para un país donde todos tengan mayor igualdad de oportunidades y seguridades que es lo que todos aspiramos".


Varias organizaciones de izquierda o centroizquierda prefirieron no acudir al encuentro convocado por el Presidente, quien en un discurso de ayer, lunes, se había declarado a favor de bajar los precios de los medicamentos. En tanto, una esquina céntrica de Santiago fue ayer el verdadero campo de batalla en el que manifestantes y fuerzas de seguridad se enfrentaron durante más de dos horas.


Los disturbios estallaron en uno de los extremos de la emblemática Plaza Italia, escenario de históricas movilizaciones en Santiago, donde miles de personas se concentraron para expresar su protesta.


Aunque el grueso de los manifestantes se mantuvo en una postura pacífica, en un momento se vio a grupos de personas corriendo para escapar de las nubes de humo generadas por las granadas de gas lacrimógeno que lanzaron los agentes de las fuerzas de seguridad, quienes actuaron protegidos detrás de varias tanquetas blindadas.


Grupos de manifestantes desafiaron el uso de la fuerza y enfrentaron a los carabineros con piedras o sencillamente parados con los brazos en alto frente a las tanquetas, que por momentos quedaron cercadas entre dos grupos de manifestantes.


Según el último balance oficial, durante los cinco días que lleva el estallido social murieron 15 personas, 11 en incendios declarados en medio de actos vandálicos o saqueos y los cuatro restantes por la represión de las fuerzas armadas o de seguridad.

Pasados por agua. Los camiones hidrantes de Carabineros intentan contener la furia social con fuertes chorros de agua.


Tres de los muertos por la represión fueron alcanzados por balas disparadas por agentes de seguridad y otro atropellado por un camión de la Armada en Talcahuano, ciudad vecina a Concepción, a unos 500 Km al sur de la capital.


Los disturbios dejaron también un balance de cientos de heridos (al menos 88 de bala) y 2.643 detenidos.


La ola de violencia llevó al Gobierno a decretar primero el estado de excepción en todo el país y luego el toque de queda en varias ciudades, en un contexto en el que Piñera llegó a decir que Chile estaba "en guerra con un enemigo poderoso e implacable" cuya procedencia y objetivos no identificó.

>> Argentina ve detrás la mano de Maduro

El canciller argentino, Jorge Faurie, apuntó ayer a Venezuela como "articulador" de las violentas protestas sociales que vivieron países de la zona como Chile y Ecuador, en base a declaraciones de Nicolás Maduro en las que, según su criterio, ratifica su vínculo con los disturbios.


"Obviamente hay por detrás de estos movimientos en la parte de este profesionalismo de la anarquía un articulador. Usted ha visto declaraciones que corren por parte de Maduro (...) que amenaza o presume de aires de huracán bolivariano que llegan a los distintos países de la región para afectar su institucionalidad", afirmó. El canciller se refiere a unas palabras del presidente de Venezuela en las que afirma que "el plan va en perfecto desarrollo", y alude a la "unión de los movimientos sociales, progresistas, revolucionarios, nacional populares de toda América latina, el Caribe y más allá del mundo". Faurie evitó ser tan directo a la hora de señalar a Venezuela como Miguel Ángel Pichetto que habló de un "proceso de desestabilización en la región con injerencia venezolana-cubana" y afirmó que la "dictadura militar en Venezuela, en sociedad con Cuba, está avanzando en otros países de Latinoamérica".