Protestas. París, el Arco del Triunfo y las protestas francesas de los "chalecos amarillos": un emblema de la revolución de estos tiempos, 230 años después del hito histórico.


A 230 años de la Revolución Francesa de 1789, una gran fecha en la historia de la humanidad, los principios de libertad e igualdad que llevaron al pueblo a derrocar al rey Luis XVI mantienen su vigencia, en un mundo dominado por las diferencias sociales.

Por caso, las recientes protestas en Francia de los "chalecos amarillos" sintetizan la defensa de los derechos de los trabajadores.

Aquel 14 de julio de 1789, las turbas asaltaron la fortaleza de la Bastilla, donde se reprimía a los obreros en nombre del rey, y los rebeldes tomaron la gobernación y mataron al marqués Bernard de Launay. Si bien sólo cuatro presos fueron liberados, tras cuatro horas de combates, la toma de la Bastilla se convirtió en un símbolo del antiguo régimen que protegía a la monarquía absolutista.

La multitud conquistó el Ayuntamiento y el alcalde Jacques de Flesselles murió de un balazo en la cabeza, tras ser acusado de traición. Su cabeza fue cortada y clavada en una pica, detalle desafortunado que luego se volvería muy común durante la Revolución. Todo había empezado el 11 de junio de ese año, cuando el rey Luis XVI -apoyado por los nobles y su hermano, el conde D"Artois-, echó al ministro Jacques Necker y ordenó reconstruir el Ministerio de Finanzas.

El pueblo tomó muy mal esta decisión. En aquellos días, la reina de Francia, María Antonieta, era vista como una mujer extravagante que gastaba mucho dinero de la Corona. Por lo tanto, los franceses salieron a las calles y muchos militares se mantuvieron neutrales pero otros se unieron al pueblo francés.

La Revolución fue ganando apoyo en ciudades y pueblos franceses, dando nacimiento a nuevos ayuntamientos que no reconocían a la Asamblea Nacional Constituyente.

Esta situación se conoce también como La Grande Peur (el Gran miedo), lo que provocó la quema de títulos de servidumbre, derechos feudales y propiedades de tierra. Además, varios castillos y palacios fueron atacados por las turbas.

El 4 de agosto de 1789, la Asamblea Constituyente suprimió por ley las servidumbres personales e instauró la igualdad ante el impuesto. En pocas horas, asediados por el clamor popular, los nobles y el clero perdieron sus privilegios para siempre.

Entonces el marqués de Lafayette tomó el mando de la Guardia nacional de París y Jean-Sylvain Bailly, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, fue nombrado nuevo alcalde de París.

El rey Luis XVI visitó París el 27 de julio de ese año y tuvo que aceptar la nueva escarapela tricolor que lucía la mayoría del pueblo francés. Desprestigiados y aislados del pueblo, los nobles comenzaron a abandonar el país con la intención de fomentar una guerra civil en Francia, para que las naciones europeas respaldaran al rey, quien moriría después guillotinado el 21 de enero de 1793.

Antes de ser derrocado, el rey estaba por encima de la ley. La clases dominantes eran representadas por el clero, que no pagaba impuestos, mientras los nobles explotaban a los campesinos.

Luego estaba el llamado Tercer Estado, formado por burgueses comerciantes, a los que le seguían los campesinos y obreros.

El país se encontraba endeudado porque había ayudado -junto con España- a Estados Unidos en la guerra de la independencia. En síntesis, los burgueses no tenían libertad y repudiaban al clero y a la nobleza que se llenaban los bolsillos. Cuando ocurrió la revolución en 1789, el teniente Napoléon Bonaparte tenía 18 años. Era enemigo del despotismo y un impetuoso discípulo de Jean Jacques Rousseau, autor de El Contrato social (1762).

Según el historiador ruso Albert Manfred, Napoleón apoyó fervientemente a la Revolución Francesa. "Desde los primeros días estaba con el pueblo que había llevado a cabo el milagro del 14 de julio. Estaba con la Revolución, contra sus enemigos", afirmó este investigador. Télam


Desde el espacio
 

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, anunció ayer la creación de un nuevo comando militar para reforzar la seguridad nacional desde el espacio, que se integrará en el Ejército del Aire. "Para garantizar el refuerzo de nuestras capacidades espaciales, se creará un gran comando del espacio", dijo.

Según los analistas, es cuestionada

Los valores de la Revolución Francesa, libertad, igualdad y fraternidad, están hoy cuestionados en un "mundo injusto" donde han aparecido políticos como Donald Trump y Jair Bolsonaro, y los Le Pen en la propia Francia, opinaron analistas.

"Hoy, esos valores se encuentran fuertemente cuestionados y se considera a ese acontecimiento como un desvío de la tradición Occidental que ellos ubican en los tiempos de Antiguo Régimen o incluso en la Edad Media", dijo a la agencia de noticias Télam Alejandro Simonoff.

El analista, que es doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de la La Plata (UNLP), afirmó: "Piénsese en el surgimiento de figuras como los presidentes de (Estados Unidos, Donald) Trump y (de Brasil, Jair) Bolsonaro, y podríamos sumar a ese grupo de personajes a los Le Pen (Jean Marie y su hija Marine) en la propia Francia".

"El fin de la monarquía absoluta fue un gran avance para la sociedad occidental, y fue un valor distintivo de ella con el reconocimiento de la soberanía popular y gobierno representativo", afirmó Simonoff.

Por su parte, Adrian Zarrilli, doctor en Historia en la Universidad de Quilmes, señaló que "se podría decir que el mundo sigue siendo injusto, si bien es cierto que la Revolución Francesa marcó principios fundamentales en cuando a la igualdad". Para este analista, esos valores "no se han logrado en las últimas décadas".

Zarrilli señaló que "hasta hace poco se creía que esos derechos eran innegables". Sin embargo, "últimamente, en muchos lugares de Europa, hay un retroceso en cuanto a esta cuestión", afirmó el analista.

"El abandono de los migrantes que cruzan el mar mediterráneo es uno de ellos", señaló. Zarrilli opinó que "Europa perdió el concepto de la solidaridad" y dijo que "paradójicamente este no fue el caso de Alemania con (el gobierno de Angela) Merkel, pero el de Italia es paradigmático: los ideales fueron pisoteados".