De izquierda a derecha, Elio Castellano, Lucas Herrera, Viviana Pereyra, Leonela Moreta y Martín Moreta. Para los cuatro últimos, Fiscalía pidió perpetua.

El primer pico de tensión en la sala ocurrió cuando la fiscal, Silvina Gerarduzzi, le pidió al tribunal que condenara a la pena máxima, perpetua, a cuatro de los cinco acusados (para el quinto pidió 15 años por participación secundaria), de haber ultimado a golpes al casero de una finca en Caucete para robarle, en los primeros minutos del 27 de noviembre de 2020. Entonces, algunos de los familiares amagaron con ponerse de pie y a más de uno se le escuchó insultarla: "Qué se cree esta hija de p...", dijo. En ese instante el presidente del tribunal, Víctor Hugo Muñoz Carpino, ordenó un cuarto intermedio y fue ahí que los ánimos se caldearon por segunda vez: una vez desalojada la sala, en la zona de calabozos hubo gritos, reclamos contra Elio Castellano ("gato", "botón", le gritaron) por haberlos complicado al decir que había acordado ir a robar con el resto de los implicados y un quinto sujeto aún prófugo (Matías Maya), pero no a matar a Jorge Juan Brizuela. Y lo más polémico, un intento de autoagresión de Leonela Moreta (32), a quien señalaron por intentar golpear su cabeza contras las rejas o ahorcarse con una prenda de vestir que quiso enrollar en su cuello, lo que fue impedido en el acto por los numerosos policías que los custodiaban, dijeron fuentes judiciales.

Reanudada la audiencia, cerca de las 20 del lunes, el defensor de Castellano, Martín Torcivia, solicitó al tribunal que su cliente fuese condenado sólo por el delito que se comprometió cometer, el robo simple de unos lechones que había en esa finca. Y Nicolás Gómez Camozzi pidió la absolución porque -opinó- Fiscalía no probó que Leonela Moreta, su hermano Martín (21), la madre de ambos, Viviana Pereyra (52) y Lucas Herrera (27) hubieran cometido un crimen triplemente agravado: por ser cometido con ensañamiento (hacer sufrir a la víctima), el acuerdo premeditado de dos o más personas y criminis causa, que se configura cuando el autor mata para poder cometer otro delito y salir impune. En este caso ese otro delito fue el robo de una moto y el Renault Torino de la víctima, en el que cargaron un montón de cosas, incluidas un televisor, dos garrafas, dos parlantes, una pala y otras herramientas y máquinas.

El auto apareció quemado esa misma madrugada. Y al menos el televisor y una garrafa fueron devueltos por unos vecinos que los compraron cuando supieron que provenían del brutal ataque a Brizuela.

Además, hubo otros testigos que ratificaron la versión que dio Castellano, apenas lo detuvieron en los inicios de la investigación y también durante el juicio.

Castellano fue clave en la investigación, porque confesó que en la tarde del 26 de noviembre acordó con Pereyra, sus hijos y otros dos cómplices ir a robar en la finca en la que Brizuela (un hombre enfermo, le faltaba un riñón) vivía desde hacía unos 20 años. El plan era que las mujeres lo distraerían, mientras los varones se encargarían de robar los lechones, pero en medio del robo hubo un abrupto cambio de planes porque Martín Moreta entró a la casa, le dio un "palazo" en la cabeza a Brizuela -dijo Castellano- y enseguida los demás se sumaron a la golpiza, mientras lo ataban de pies y manos y le ponían una soga en el cuello.

Esa misma noche Brizuela perdió la vida a causa de las graves lesiones que sufrió en su cabeza. Según Fiscalía, la tarde previa al homicidio, Pereyra y su hija Leonela habían ido hasta la finca a preguntarle a ese hombre si alquilaban una casa situada en la misma propiedad, porque se habían separado y no tenían dónde ir a vivir, una excusa que les sirvió para estudiar la vivienda y planificar el golpe.

El próximo jueves, los jueces Muñoz Carpino, Miguel Dávila Saffe y Martín Heredia Zaldo (Sala I, Cámara Penal) escucharán las últimas palabras de los imputados en el juicio y, luego, darán a conocer su veredicto.