A los 91 años, murió la primatóloga Jane Goodall, una de las mayores conservacionistas del mundo. La investigadora británica, que ganó estatus científico al describir el comportamiento de los chimpancés en estado salvaje, falleció este miércoles en Los Ángeles, cuando se encontraba en una gira de charlas por los Estados Unidos.
“Falleció debido a causas naturales”, informó en un comunicado el instituto que ella fundó y lleva su nombre. La también Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas tuvo una carrera científica llamativamente prolongada.
Tenía tan solo 29 años en el verano de 1963, cuando la National Geographic Society, que apoyó financieramente sus estudios de campo en la Reserva de Chimpancés del Parque Nacional Gombe Stream (Tanzania), publicó su relato de 37 páginas sobre las vidas de Flo, David Greybeard, Fifi y otros miembros de la tropa de primates que había observado.
Sus hallazgos sobre cómo los chimpancés salvajes se criaban, establecían liderazgos, socializaban y se comunicaban fueron considerados por la comunidad de investigadores como “uno de los grandes logros científicos del mundo occidental”.
Estos descubrimientos, además de atraer la atención del mundo científico, tuvieron una gran recepción en la sociedad, lo que hizo que Goodall se volviera una personalidad de renombre internacional.
Goodall, nacida el 3 de abril de 1934 en Hampstead, Londres, vivió 65 años en Gombe. Llegó por primera vez en 1960, con 26, sin título universitario ni experiencia científica.
Hasta ese entonces había trabajado como secretaria y, a veces, como camarera en Londres. Pero ya en ese entonces tenía un espíritu inquieto y una fijación romántica por los animales y por el continente africano.
Su primera llegada a África fue a los 23 años, cuando, tras ahorrar dinero, viajó a Kenia para visitar a una amiga. Allí conoció al antropólogo Louis Leakey, quien, años más tarde, le conferiría la misión que cambiaría su vida.
Leakey le pidió a Goodall que se mudara a Tanzania y recopilara la mayor información posible sobre los chimpancés salvajes. Él consideraba su inexperiencia una ventaja que le otorgaba una mente despejada e imparcial. El investigador tenía la intención de que la información recopilada ayudase a entender el pasado evolutivo de los humanos. Pero, con el tiempo, Goodall prefirió centrarse en el estudio de los chimpancés en sí mismos.
Tras un primer año complicado, en el que, según relató, los chimpancés se escapaban de ella, la joven logró ganarse poco a poco la confianza de un grupo de ellos. Al lograr un mayor acercamiento, pudo comenzar a hacer sus primeros y reveladores hallazgos.
Entre sus numerosos descubrimientos, encontró que los chimpancés tienen una gran inteligencia, arman y utilizan herramientas, además de poseer un amplio espectro de emociones. También descubrió que pueden ser crueles y mantener durante años lo que ella llamó una “guerra entre pandillas”.
Los chimpancés no eran las criaturas insensibles y carentes de inteligencia que la gente había asumido durante tanto tiempo. Todo lo contrario: se besaban, se cuidaban mutuamente, iban a la guerra y transmitían lecciones de generación en generación.
“Cuanto más tiempo pasaba allí, más me parecían que eran como nosotros —declaró Goodall a un grupo de estudiantes en 2016—. Hemos sido tan arrogantes al creernos tan especiales”.
Sus descubrimientos le abrieron las puertas de la Universidad de Cambridge, adonde se dirigió en 1966 para realizar un doctorado en Etología. Tras graduarse, regresó a Tanzania.
Conservacionista
En la década del ‘70, la doctora pasó a dedicar menos tiempo a la observación de chimpancés y mucho más a desarrollar campañas para garantizar la protección de estos primates y de su hábitat en desaparición. Se declaró públicamente en contra de la captura de chimpancés salvajes para su exhibición en zoológicos y para la investigación médica.
Con la intención de impulsar esta causa, viajó por todo el mundo, atrayendo a grandes audiencias.
En 2015, al ser consultada, en una entrevista publicada en la web de su instituto, sobre sus principales descubrimientos, Goodall destacó el hallazgo de que los chimpancés fabrican y utilizan herramientas. “Fue inmensamente emocionante. Esto ocurrió cuando vi que David Barbagrís y luego su compañero Goliat no solo usaban tallos de hierba como herramientas, sino que a veces recogían ramitas frondosas. Antes de poder usarlas como herramienta, tenían que deshojarlas con cuidado. Esta es una fabricación de herramientas primitiva. Sorprendió a la comunidad científica. En aquella época, los humanos éramos definidos como ‘el hombre, el fabricante de herramientas’”, contó. Y sumó: “El hecho de que a veces cazaran y comieran pequeños mamíferos, como crías de mono o antílope, o crías de pájaro, también fue muy sorprendente para los científicos”.
A nivel personal, contó en la entrevista, lo que mayor gratificación le dio fue observar el desarrollo de las crías y seguir la evolución de la relación entre madres e hijos. “Poco a poco, he comprendido la enorme importancia de los primeros años de experiencia en la sociedad de los chimpancés, al igual que en la nuestra. Y he descubierto que también hay madres buenas y malas en el mundo de los chimpancés”, detalló.
En los últimos años de su vida, Goodall se dedicó a tiempo completo a llevar adelante giras por el mundo para promover la protección de los recursos naturales. En 2024, cuando pasó por la Argentina y fue entrevistada por LA NACION, tenía 90 años y viajaba 300 días por año, por lo tanto apenas veía a su familia. “Me gustaría volver y estar tranquila, pero no tengo tiempo. No puedo parar”, confesó en esa ocasión a este medio.
Y agregó: “Tengo nietos y probablemente pronto tendré un bisnieto. Me importan los animales y los bosques. Y la única razón por la que sigo adelante es porque creo que fui puesta en este planeta con una misión. Y ahora mismo, la misión es dar esperanza a la gente”.
En 1977, Goodall creó el Instituto Jane Goodall, que apoya la investigación continua de los chimpancés en Gombe y lidera los esfuerzos por proteger a los animales y a sus hábitats.
En 2002, la primatóloga fue distinguida por el secretario general de la ONU como Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas en reconocimiento a la creación de Roots & Shoots (Raíces y Brotes), un programa educativo, ambiental y humanitario que se extiende alrededor del mundo.
Actualmente, el Instituto Jane Goodall tiene una red mundial con 27 oficinas independientes, una de ellas está situada en la Argentina.
En su última rueda de prensa en la Argentina, Goodall mostró su temeridad incluso ante la muerte. “Si no hay nada, eso es todo. Pero si hay algo, no puedo pensar en una aventura más grande que descubrir lo que es”, dijo en una conversación con LA NACION el año pasado.

