Existen árboles sumamente célebres, porque bajo su sombra han amparado a personajes y hechos muy significativos de nuestra historia. El árbol, antiguamente, además de haberse considerado un preciado reparo natural, ha sido "adorado” en rituales y ha personificado el mudo testigo de lo que sucedía "ahí nomás” de sus raíces.
Por ejemplo, se sabe que a comienzos del siglo XVII se aplicaban penas a quienes destruyeran algarrobos, desde ese momento, esta especie se encontró entre las preferencias nativas. Vale destacar, que entre 1778 y 1784, durante el gobierno de Juan José de Vértiz y Salcedo, se diseñó un paseo junto al río al que se conoció como "La alameda”, aunque en sus orígenes la mayoría eran ombúes.
Entre los militares, el algarrobo ocupó un puesto preferencial, tal vez por la costumbre de asociarlo con la fortaleza. Hay uno que tiene más de 5 siglos de antigüedad. Este se encuentra en la Quebrada de Humahuaca, concretamente en Purmamarca (Jujuy). El viejo y gran algarrobo está ubicado junto a la plaza y la iglesia. Se dice que a la sombra de este árbol, Viltipoco, cacique de los omohuacas, reunió a las tribus de la región para organizar la lucha contra los españoles en el año 1700.
Otro árbol famoso, de la misma especie, es el de Atahualpa Yupanqui. Este inspiró el poema "No me dejes partir viejo algarrobo”, el cual se halla frente a su casa en Agua Escondida, Cerro Colorado, Córdoba.
Un tercer algarrobo célebre es "El Abuelo Algarrobo”, al que el poeta Antonio Esteban Agüero le ha dedicado La Cantata del Abuelo Algarrobo. El mismo se encuentra en Merlo, San Luis. Los botánicos le adjudican más de 800 años de vida. Según la tradición oral, este dios vegetal fue testigo de la euforia de Juan Facundo Quiroga y sus llaneros, antes de ir por el "Manco” Paz, y del abrazo entre este general unitario y el Chacho Peñaloza.
Si nos trasladamos a Olta (La Rioja), hay un viejo algarrobo donde fue colgado el "Chacho” en 1863 por el Mayor Irrazábal. Y si llegamos hasta Tucumán hay que mencionar al algarrobo de la estancia. En Córdoba podría destacarse al de Cruz del Eje, en el que se dice, fueron conocidos por el general San Martín. En la misma provincia, pero en Barranca Yaco hay un enorme algarrobo bajo el cual fue ejecutado Facundo Quiroga, en 1835.
También hay que citar, el Algarrobo de Nonsacate o Nonsacaque de San Marcos Sierras (Córdoba).
Al hacer referencia a los árboles históricos no se puede olvidar el "Aromo del Perdón” de Manuelita Rosas en Buenos Aires. La joven lo plantó en 1838 en los jardines de la residencia familiar que tenían en Palermo.
A propósito, en los tiempos en que en estas tierras Rosas era el mandamás, en muchas quintas se instalaron pequeños montes de árboles. Y con la presidencia de Domingo F. Sarmiento (1868-1874) aquella tendencia de "plantar árboles”, como solía reclamar el sanjuanino, se mantuvo como una constante. Siempre se dijo que fue él quien trajo desde EEUU los plátanos. También, aportó las semillas de los árboles de la nuez Pecan y pareciese que fue el promotor de la plantación de eucaliptus en Argentina. Refiriéndonos a Sarmiento, vale recordar la "Higuera de Doña Paula Albarracín” en San Juan, donde solía tejer bajo su sombra la madre del prócer. Retoños de esta higuera conviven con un aromo plantado en 1982 por Jorge L. Borges en el Patio de los Arboles Históricos en Coronel Pringles.
En cuanto al "Ñandubay de Palo Largo” forma parte de la historia de Curuzú Cuatiá, Corrientes, tanto como "el palo borracho de la Batería” en Posadas, Misiones. Salta mostraba al turismo, hasta hace medio siglo, "la tipa de la independencia” como pieza natural, histórica y viviente. Los sauces también fueron testigos de su tiempo: el del canal de San Fernando, en el Delta, y el atribuido a los generales San Martín y O’Higgins (en El Plumerillo, Mendoza), ambos eran del tipo "llorón”. Precisamente el Aguaribay fue plantado por Sarmiento en la Quinta Pueyrredón de San Isidro. El Cebil Colorado dio cobijo a Martín Güemes, en Salta mientras agonizaba. Al perito Moreno, en Bariloche le dio sombra un ciprés. En La Rioja en cambio, se mantenía especial orgullo por el naranjo de San Francisco Solano y por el olivo de Araujo.
Luego de haber hecho mención a tantos arboles famosos podemos concluir citando las palabras que Enrique Udaondo ha expresado acertadamente en "Árboles históricos de la República Argentina”: "Sobre cada gran hombre hay un gran árbol dándole sombra”.
