Es el último puesto de la zona Noroeste de Angaco y la casa apenas es un rancho precario junto a un viejo corral con 60 cabras. Aún así, tres delincuentes encapuchados se tomaron el trabajo de llegar a ese puesto y atacaron salvajemente a ladrillazos, puntapiés y con unos palos al dueño, un anciano 74 años, y a su hijo. Tan brutal fue la agresión que ambos tuvieron que escapar descalzos y en ropa interior hacia el campo. Los ladrones después se llevaron una moto y los 2.000 pesos de la pensión del hombre.
Francisco Olivera (74) y su hijo Alberto (18) estaban acostados eso de las 22 del miércoles, cuando oyeron llegar a unas personas a su rancho ubicado en una huella del distrito Costa de Vargas, a 25 km del centro de Angaco. ‘Mi hijo más chico salió y esta gente le preguntó por Alberto, el otro hijo. Como le dijo que no estaban, preguntaron por otra persona y ahí nomás agarraron ladrillos para largárselo’, relató el anciano que se queda a dormir en ese lugar, mientras su mujer y otro de sus hijos viven en la villa cabecera.
Olivera, que ya se había levantado, alcanzó a meter a su hijo a la casa y juntos se pusieron detrás de la puerta, a la vez que del otro lado llovían los ladrillazos. ‘No se cuánto pasó, pero volvió un silencio largo y pensé: estos se han ido. Salí a la puerta y me dieron un ladrillazo en la cabeza. Casi me desmayé, me caí y recibí un millón de patadas. Mi hijo trató de ayudarme, pero le dieron con todo, si traían un palo y una goma’, contó Olivera, que salió con un ojo morado, un corte en la nariz y otro tajo en la cabeza.
En la desesperación, Olivera se levantó y corrió con a su hijo hacia el campo. Andaban descalzos. Es más, el anciano vestía solo un calzoncillo y una camiseta. Su miedo era que los persiguieran, entonces se tiraron entre los matorrales. Desde lo lejos pudieron ver cómo los sujetos se llevaban su moto Appia 110cc, la que no terminan de pagar. Cuando regresaron a la casa, descubrieron que también se habían robado los 2.000 pesos de la pensión.
