Manuel Belgrano fue una de aquellas figuras imprescindibles de nuestra historia argentina. Sus doctrinas económicas y sociales, no tan conocidas como merecen serlo, completan su admirable actuación de abnegado patriota, cuya característica saliente fue la de no haber rehusado nunca a las tareas más ingratas cuando la libertad de su pueblo estaba en peligro.

Fue calificado como el abogado y comerciante ilustrado apasionado por la educación popular; el jefe que ponía orden en la tropa con sólo una mirada severa; el administrador eficiente del Alto Perú; el devoto católico que sin embargo promovió el "plan del Inca” en el Congreso de Tucumán; el hombre que como abanderado de la revolución ganó el respeto y aprecio de San Martín.

Manuel Belgrano configuró el ideal de periodista, especialmente el de periodista moderno por el carácter enciclopedista de sus conocimientos. Leyó obras sobre economía, derecho y religión de autores clásicos como Montesquieu, Jovellanos, Campomanes, Genoveis, Quesnay, Rosseau, Filanquieri y Adam Smith. Cuando volvió a Buenos Aires era un abogado de 24 años que se desempeñó como secretario del consulado. Logró una sólida posición económica pero siempre tuvo una intransigencia infranqueable contra toda forma de corrupción.

El doctor Belgrano advirtió desde siempre la gran ventaja que podría esgrimirse con la prensa, lo que en ese sentido lo convirtió en un auténtico precursor del periodismo argentino. Su pluma resultó temible porque desnudó una estructura y preparó los ánimos para las grandes reformas que se avecinaron en la Buenos Aires colonial. Su percepción le permitió advertir que la libertad no es un fin en sí mismo sino un medio para el bien común. Por lo tanto, respetar la libertad, protegerla y alentarla es un deber de todos.

En el "Telégrafo Mercantil, Rural, Político-Económico e Historiográfico del Río de La Plata”, más conocido como "El Telégrafo Mercantil” -propiedad del español Francisco Antonio Cabello y Mesa-, primer semanario del virreinato, aparecido en 1801, denunció a los estafadores de los pequeños comerciantes de la colonia.

Desde el Correo de Comercio encomendado por el virrey Cisneros en 1809, Belgrano comenzó a publicar "sus papeles” como él dijo: trabajos sobre finanzas, sociología, política, etc., que contenía el ideario libertador.

Desde el primer número del Correo de Comercio, Belgrano había sentado el valor del comercio y la importancia del oro y la plata como signo de conversión.

Uno de los artículos publicados en El Correo de Comercio merece ser difundido por la doctrina civilizadora que enuncia: "La libertad de prensa no es otra cosa que la facultad de escribir y publicar lo que cada ciudadano piensa y puede decir con la lengua. Es tan justa esta facultad como es la de pensar y hablar, y es tan injusto oprimirla como lo sería el tener atados los entendimientos, las lenguas, las manos o los pies de todos los ciudadanos”.

"La libertad de prensa es necesaria para la instrucción pública, para mejorar el gobierno de la nación y para su libertad civil. Es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se establezca, de lo cual son buenas pruebas que ningún tirano ha dejado de quitarla con todo cuidado a sus súbditos, porque son incompatibles entre sí”.

"Es necesaria esta libertad, porque con ella se extienden y comunican las luces de los hombres estudiosos y sabios a los que no lo son, los cuales con más facilidad y menos trabajo aprenden lo que otros inventaron, pensaron, leyeron. Con ella se disipan los errores que en la primera educación se pueden haber tomado. Todos pueden juzgar por las razones y se aclara la verdad”.

Belgrano tuvo un proyecto de país, principios éticos a los que nunca renunció y un estilo con el que expresó todos sus pensamientos.

(*) Profesora del Dpto. Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales de la UNSJ. Directora del Colegio "Santa María”.