Para Catalina, no hay como las pastas que prepara algunos fines de semana con su papá. Especialmente, las lasagnas. También adora armar, con él, cupcakes, como los que hicieron para su último cumpleaños temático, en el que todas sus amigas pudieron cocinar el suyo como parte de las actividades propuestas en la celebración.
Benicio, coincide con su hermana pero al listado de sus comidas favoritas le agrega las pizzas con queso frito, los asados y las tortas que hace con Mauricio Savoca, su papá. Estos dos chicos, de 9 y 6 años respectivamente, tienen el privilegio de tener en su rutina un momento para cocinar de la mano de un experto.
"Para mí, cocinar para mis hijos tiene otro gusto, otro sabor. Es el orgullo más grande que ellos disfruten de mi comida. Pero realmente lo que más me gusta es cocinar con ellos”, dice convencido Mauricio, el chef ejecutivo desde hace dos años del Hotel Del Bono Park y de los otros dos complejos de la misma firma, quien encuentra en los fines de semana y las fechas especiales, como cumpleaños, días del Padre, de la Madre y del Niño, una buena excusa para poner las manos en la masa junto a sus hijos, ya que el resto de la semana quien se ocupa de almuerzos y cenas, es Viviana, su esposa. "Yo creo que es un momento único en mi vida, ojalá cada papá encuentre ese ratito para compartir con sus hijos lo que le gusta hacer y transmitirle el amor por lo que hace”, agrega.
El destino de Mauricio indicaba que su futuro estaría ligado a la Kinesiología. Para concretarlo, ni bien terminó el secundario se trasladó a Córdoba para inscribirse en la universidad. Cursó hasta 4¦ año esta especialidad médica y con buena notas. Para ayudar a solventar los gastos de estudiar lejos de su casa, paralelamente empezó a trabajar en distintas cocinas. Pasó por pequeños comedores pero también por grandes cadenas de restaurantes en la ciudad de la Docta. Y justamente allí aprendió muchos de los secretos que aplica hasta el día de hoy y como si fuera poco, descubrió su verdadera vocación, la de ser chef. Entonces dejó de lado los libros sobre la musculatura, los huesos y los masajes y se abocó a cuchillos y tenedores con absoluta dedicación. De hecho, al poco tiempo, obtuvo su título de la escuela integral gastronómica Celia.
"Fui chef antes de ser papá, pero reconozco que el hacer lo que a uno le gusta y dedicarse plenamente a la familia son los grandes tesoros que he ganado hasta ahora”, asegura quien al poco tiempo volvió a la provincia, armó muchas de las cocinas de restaurantes reconocidos y hasta se dio el gusto de dar clases y armar eventos, además de ser jurado en concursos de cocina nacionales e internacionales.
Mauricio tiene una historia ligada a la cocina: su mamá era profesora de gastronomía, sus tías y sus abuelas tenían una rutina de preparar rica comida para un batallón de al menos 25 comensales que se reunían alrededor de la mesa cada domingo y su papá . Por eso, cada vez que puede, intenta repetir estas pequeñas experiencias con sus chicos.
"Me encanta que Cata tenga un paladar abierto, esto quiere decir que prueba de todo, desde mariscos, pescados, carnes exóticas, todo tipo de frutas y verduras. En cambio Benicio no. Él tiene sus gustos muy definidos. Eso sí, ambos son muy expresivos a la hora de comer: dan sus opiniones, degustan, critican si le falta sal o algún ingrediente. Eso es fantástico porque han aprendido a disfrutar de la comida pero también a vivenciar el valor de una comida compartida. Para los argentinos, la comida y la mesa son momentos claves porque el afecto se liga necesariamente a estos dos elementos: nos juntamos a comer para festejar un logro, las salidas de fines de semana son alrededor de un plato, comemos con amigos y con la familia los domingos. Eso es lo que siempre quise transmitirles a mis hijos”, afirma el papá que aprovecha para enseñar otros conceptos a los chicos cada vez que se reúnen alrededor de un bowl: cantidades, medidas y hasta interpretación de textos se aprenden con la comida.
