San Juan, 18 de junio.- Imaginar que una persona puede trasladarse en una silla de ruedas sin necesidad de requerir ayuda externa, ni realizar movimientos corporales de ninguna índole, ahora es posible. En San Juan es posible. Así, sólo con un impulso del cerebro. Esto cobra vital importancia en personas que sufren discapacidades motoras severas, que los imposibilitan de interactuar con el medio circundante.
Pablo Diez, alumno recibido de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de San Juan, comenzó en lo que fue su tesis a trabajar en una Interfaz Cerebro Computadora. Es decir, un robot que pudiera controlarse con la mente; un dispositivo que capte la actividad cerebral de una persona, luego la procese e interprete para finalmente emitir un mensaje, dar una señal.
En este proyecto se plantea cómo controlar un vehículo móvil por medio de señales cerebrales, extraídas desde el cuero cabelludo de una persona a través de una electroencefalografía. “La idea básica es que, una persona pueda comandar un dispositivo robótico móvil a través de la actividad cerebral. Este tipo de dispositivo puede servir para ayudar a personas con discapacidades motoras severas”, señala Pablo.
Una ICC puede proveer una nueva herramienta para aquellos que sufren algún tipo de parálisis total o parcial de su cuerpo, “pero que estén intactas cognoscitivamente”.
Este proyecto, realizado en el Gabinete de Tecnología Médica (GATEME) y en el Instituto de Automática (INAUT) de la Facultad de Ingeniería de la UNSJ, tiene también que medir el ambiente por donde se desplaza para realizar una navegación segura y evadir posibles obstáculos y evitar colisiones.
“Este tipo de tecnología aún se encuentra en desarrollo y funciona sólo en un laboratorio bajo condiciones controladas. Todavía deberán pasar algunos años antes de que estén al
alcance de un posible usuario”, sostuvo Diez.
Los primeros reportes de Interfaz Cerebro Computadora se remontan a los años setenta. Sin embargo, el tema tomó más relevancia a partir de 1990 con la llegada de computadoras más rápidas.
Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, actualmente hay en el mundo cerca de un 10 por ciento de personas con discapacidad permanente, es decir, cerca de 600 millones de personas sufren algún tipo de discapacidad. Las personas con discapacidades motoras severas debido a lesiones cervicales altas, parálisis cerebrales, esclerosis lateral amiotrófica o distrofias musculares presentan múltiples secuelas en todo su sistema neuromuscular. Estas secuelas impiden a la persona una correcta comunicación con su entorno.
¿Cómo funciona?
Este dispositivo se encarga de interpretar pensamientos del usuario. Funciona con electrodos, un electroencefalógrafo (que es un amplificador), una computadora equipada con un software especial, una pantalla y una silla de ruedas.
Los electrodos deben convertir los estados mentales de la persona encargada de controlar el dispositivo en señales eléctricas, mientras que el electroencefalógrafo amplifica estas señales al orden de los voltios y las filtra. Posteriormente se transforma la señal amplificada en un conjunto de valores que se corresponden con el proceso neurológico utilizado por el usuario para controlar el aparato. Allí se traduce el vector de características en señales de control lógicas.
Es de suma importancia la interfaz de control, encargada de transformar las señales de control lógicas en señales de control semánticas apropiadas para el dispositivo. Este mapeo semántico en la interfaz de control es usualmente dinámico. Por otra parte se ubica la pantalla, que es la encargada de mostrar al usuario la interpretación de las señales. Finalmente, el Controlador puede ser implementado en una amplia variedad de formas que van desde hardware fijo y software diseñado específicamente hasta una computadora genérica con software y hardware configurable.
En un trabajo realizado con una silla de ruedas, la persona tiene unas luces enfrente que parpadean a una frecuencia alta que el ojo no puede ver. Sin embargo, esto es captado por el cerebro y se lo puede extraer desde la corteza cerebral visual. De esta manera puede saberse qué luz está mirando la persona y hacia
donde quiere dirigir la silla. "Digamos que el pensamiento que medimos es el efecto que producen esas luces en el cerebro", señaló.
El futuro, cerca
Según el mismo Pablo Diez relató, este tipo de tecnología ha sido utilizada en trabajos similares en la Universidad Nacional de Entre Ríos y de Tucumán, ambas en el ámbito de la carrera de Bioingeniería, mientras que a nivel internacional, existen en la actualidad varios grupos de investigación en Estados Unidos, Austria, Suiza, China, y Japón, entre otros.
“Esto ha crecido mucho en los últimos 10 o 15 años, sin
embargo, aún debe resolver muchos inconvenientes y problemáticas antes de que el usuario tenga plena disponibilidad. Por ejemplo, usar un casco de electroencefalografía es antiestético e incomodo para quien tuviera que usarlo en gran parte de su actividad diaria”, indicó el creador del proyecto, aunque advirtió que hay muchos grupos de investigación en el mundo tratando de resolver “este y muchos otros inconvenientes”.
Justamente este es el motivo principal por el que este tipo de aparatos todavía se encuentran en etapa de desarrollo. “Pero seguramente en algún momento estarán al alcance de las personas. Consideremos que hace unos 10 o 15 años atrás esto sólo era posible en la ciencia ficción”, agregó.
Con respecto a costos, una computadora moderna ronda los $4000, siendo el electroencefalograma lo más caro, pudiendo llegar a valer hasta 15.000 dólares. "De todas formas, podría ser factible construir un equipo sencillo para esta aplicación en
particular y a un costo mucho menor. Tal vez unos $5000", concluyó Diez.
