El gris del polvo y el marrón de la tierra que abundan en el lugar fueron reemplazados, por un sinfin de colores. No era para menos. Faltando apenas unos días para la Navidad, llegó a La Planta -un paraje de Marayes, en Caucete, a 150 kilómetros de la ciudad de San Juan- un mini bus con un cargamento de regalos, que nada tenía que envidiarle a Papá Noel. Traían regalos de todas las formas, tamaños, envoltorios, colores y necesidades. Como el animal que pidió Gustavo Brito para poder ayudar a su papá en el trabajo de recoger leña, la cama que solicitó Belén Romero para dejar de dormir en el piso. O la bicicleta que a partir de ahora alegrará las mañanas sin escuelas de Lucía Agüero. Estos apenas son ejemplos de los sueños que el voluntariado de la Fundación del Banco San Juan pudo concretar a todos los chicos, los ochenta, que viven en este lugar.
La obra solidaria de la fundación en cuestión es indescriptible. Al decir de Jorge Lozano, el director de la Escuela República de Bolivia, quien conoce al pie de la letra, el nombre y las necesidades, los padeceres y las falencias de cada una de las treinta y siete familias, "las Navidades en La Planta no tienen regalos ni mayores particularidades". Por eso no era de extrañar que al recibir cada paquete prolijamente envuelto y con una cartita conteniendo un mensaje de cariño y esperanza por parte de quien hizo el regalo, los chicos quedaran paralizados, sin abrirlo. Es que hasta ahora nadie les había cumplido un sueño.
Por otra parte, esta iniciativa de concretar los deseos surgió en el banco hace dos años. Fue un empleado quien propuso imitar la idea del "Arbol de los Sueños", una acción solidaria muy popular en Chile y que a San Juan llegó de la mano de la empresa Energía San Juan. La sugerencia fue bien tomada y en el 2008 buena parte de la entidad bancaria se sumó a responder con regalos a las cartitas que colgaron los niños de los Hogares de Belén (una entidad que se ocupa de dar contención a los pequeños que por decisiones judiciales son separados momentáneamente o para siempre de sus lazos originales). Este año, la campaña fue tan grande que llegó comprometer casi al 75% de los 400 empleados que allí trabajan. Inclusive contagiaron a sus compañeros de las sucursales de los bancos que operan en Buenos Aires, Santa Fe, Santa Cruz y Entre Ríos, que pertenecen al mismo grupo económico. Fue por eso que 80 de los regalos partieron para La Planta (donde para el Día del Niño habían llevado libros y ahora lo complementaron con muebles para armar la única biblioteca de la zona) y otro tanto para los chiquitos del Centro de Desarrollo Infantil Margarita Naseau de la Villa Marini, en Santa Lucía.
"El proyecto se convirtió en emblema de la Fundación en todo el país. Y lo copiamos de San Juan. La metodología es sencilla. Nuestro cómplice es el director de la escuela que les hizo escribir sus deseos a los niños. Es por eso que no todos pidieron juguetes, sino lo que les hace falta. De todos modos, trajimos bicicletas y kits para arreglarlas dadas las condiciones del lugar, muñecas, autos, camionetas, motos de juguete, sandalias, zapatillas, radios, equipos de fútbol desde Boca hasta el Barcelona", cuenta Hilda Callegaro, la vicepresidente de la Fundación del Banco San Juan, que llegó especialmente de Capital Federal para integrarse al grupo que fue a La Planta.
Querida Fundación, yo quiero…
Los chicos del lugar saben que el destino de sus cartas es el "Arbol de los Sueños" -una vuelta de tuerca al árbol de Navidad- que se arma en la Casa Matriz del banco. Los encargados de colgar los mensajes son los voluntarios de la fundación, que le ponen fecha y hora a la posibilidad de conocer el pedido por parte de los empleados.
"Cada uno voluntariamente saca una cartita, la lee y evalúa si está dentro de sus posibilidades hacer el regalo solo o sumar a sus compañeros de oficina o de sección. Este año estamos muy felices de haber cumplido estos deseos y que nos hayan ayudado inclusive empleados del banco que viven en otras provincias. Hay gente a la que le remitimos la carta por correo, o le escaneamos el escrito de su amigo invisible o que se la leímos por teléfono. Es muy movilizante y eso nos impulsa a seguir adelante", contó satisfecha Andrea Díaz, coordinadora de la fundación. Ella junto a sus compañeros María Eugenia Martín (de Recursos Humanos), María Laura Zalazar (secretaria de la Gerencia General), Marcelo Cuenca (de la Unidad Riesgo Operacional) y Marcela Zavaleta (de la Gerencia de Legales) fueron a hacer las veces de Papá-Mamá Noel, hicieron jugar a los chicos, les prestaron sus máquinas de fotos, les sirvieron jugo y pan dulce. A cambio, se llevaron, un montón de besos y agradecimientos.
