Antonio Mancuello, el sacerdote argentino que misionaba en Haití al momento del sismo que devastó gran parte de ese país, afirmó que salvó su vida porque se había mudado a 15 kilómetros de la capital, Puerto Príncipe, y que lo que se vivió allí “fue muy trágico, fuerte y duro”. Mancuello, de quien su familia no sabía su paradero desde el momento del terremoto dijo que no había podido comunicarse “porque no hay electricidad, ni teléfonos, ni internet. Estábamos aislados”. Además señaló que en el barrio donde habita “se calcula que hubo unos 5.000 muertos´ y que por la ruta donde transita “hay cadáveres tapados con sábanas”. El terremoto “fue muy intenso, me pareció que duró una eternidad, la casa se bamboleaba y cuando bajé las escaleras no se veía nada del patio”, describió Mancuello, que desde entonces habita en una carpa junto a otros tres curas “por las condiciones en que quedó la vivienda”. El sacerdote pertenece a la orden de los franciscanos y está en Haití desde hace un año y cuatro meses con el propósito, entre otros, de fortalecer la formación de religiosos y realizar una tarea social. “Haití es el país más pobre del planeta, es una gente que tiene una cultura muy linda y una religión muy profunda pero la economía no anda bien. Si antes mucha gente sobrevivía en las calles intercambiando frutas y verduras, ahora ni eso tienen”, lamentó y dijo que antes del sismo “la gente sobrevivía como podía”, acotó Mancuello.
