No soy de los anti-ambientalistas que afirman que el cambio climático, la escasez de agua, la polución de los océanos y otros problemas son un invento de los científicos, y que argumentan que el sector privado no debería estar sujeto a más leyes de protección ambiental. Por el contrario, los ecologistas tienen razón cuando dicen que los gases tóxicos, la polución industrial y la destrucción de los bosques tropicales está causando un daño terrible a nuestro hábitat, y que el problema empeorará a menos que hagamos algo al respecto.

Se calcula que la población mundial crecerá de los 7.000 millones actuales a 9.000 millones para 2050. El planeta necesitará mucha más agua, alimentos y energía en los próximos años y hay que hacer algo. El modelo económico que postula "crecer ahora, limpiar después” no es justo, ni viable. Pero un nuevo libro, "Abundancia: El futuro es mejor de lo que se cree”, de Peter H. Diamandis y Steven Kotter, me llevó a la conclusión de que la cumbre Río+20 de la ONU invierte demasiado tiempo en castigar a los contaminadores y muy poco en incentivar a los innovadores para desarrollar nuevas tecnologías que resuelvan los problemas.

Cuando yo era chico, se decía que el mundo pronto se quedaría sin alimentos, porque la población crecía mucho más rápido que la producción de comida. Había hambrunas en India, y muchos auguraban crisis alimentarias en todos lados. Pero se produjo la Revolución Verde de la década de 1960, que desarrolló la manera de producir cosechas de alto rendimiento, e India se convirtió en un gran exportador de alimentos. La expectativa de vida aumentó de los 64 años en 1980 a los 68 años actuales, y la mortalidad infantil se redujo casi a la mitad en ese período.

En realidad hay pocos recursos escasos: son tan sólo inaccesibles. Por ejemplo 1.100 millones de personas no tienen acceso al agua potable y se calcula que 135 millones de personas morirán antes de 2020 por carecer del recurso y sistemas sanitarios. Sin embargo, hay nuevas tecnologías de desalinización y de distribución nanotecnológica, que muy pronto podrían conseguir abundante agua para todo el mundo. Un 80% del agua dulce se destina a la agricultura, y una parte considerable se desperdicia por filtraciones, pero nuevas tecnologías informáticas permiten colocar sensores y ahorrar entre 30% y 50% del agua.

Diamandis, fundador de Singularity University, director de la Fundación X Prize y fundador de varias empresas de alta tecnología y espaciales, me dijo que "los políticos están demasiado concentrados en el corto plazo, y emplean un pensamiento lineal, con puntos de vista basados en la escasez, y típicamente basados en el miedo”. En cambio, deberían pensar en las "tecnologías exponenciales”, cuyo capacidad de desempeño se duplica cada año. "Estamos usando esas tecnologías en videojuegos, pero no para aplicarlas a los problemas más grandes del planeta”, explicó.

Mi opinión: La conferencia Río+20 merece aplausos por alentar la conservación, pero debería también dedicarle más tiempo a promover la innovación. Por ejemplo, las Naciones Unidas deberían hacer en gran escala lo mismo que la X Prize Foundation de Diamandis hace a nivel privado: entregar premios de U$S 10 millones a los inventores que resuelven problemas particulares. Eso podría producir más resultados que las mega-conferencias dedicadas a debatir la redacción de largas declaraciones que por lo general pocos cumplen.