El orden colonial impuesto por España duró en San Juan un poco más de 200 años. Se basaba en dos principios fundamentales, el régimen político del poder absoluto, y el hecho de que las tierras coloniales estaban fundamentalmente para uso y usufructo de la corona española. El legítimo propietario del poder es el rey quien lo delega en la persona que gobernará las tierras sanjuaninas. Cuando España estaba en dificultades financieras (casi siempre), los cargos gubernamentales eran vendidos, o rematados al mejor postor. En este marco, José Ignacio de la Roza fue en nuestra provincia uno de los mayores partícipes de la destrucción del sistema colonial, aunque no se le brindó la posibilidad de contribuir en la construcción de algo nuevo y más justo.
Es definitivamente en su San Juan natal donde va a encontrar la forma de ser más útil a sus ideas, pues se transformará en el hombre de confianza de José de San Martín, cuando éste empiece a construir el Ejército de los Andes. El 26 de abril de 1815, el vecindario reunido en la sala del Cabildo eligió al joven abogado, que sólo tenía 26 años, como Gobernador de la provincia. Obviamente la elección fue limitada. Sólo pudieron participar con su voto algunos vecinos, aquellos "que por su fortuna, empleos, talentos o calidad gozan de alguna consideración y siendo mayores de 25 años".
De la Roza fue una pieza fundamental en la contribución sanjuanina al ejército sanmartiniano. Fue él quien reclutó soldados, quien cobró impuestos, quien reclamó donaciones y quien solicitó a los frailes de los conventos que pudieran transformarlos provisoriamente en cuarteles.
Hay cartas redactadas por el joven Gobernador que todavía hoy emocionan, como esa que el 25 de diciembre de 1816 dirigió a San Martín, donde le expresaba: "A cargo de los capataces Gregorio Godoy y Tomas Fernández remito a disposición de Vuestra Señoría 200 mulas de silla, con que se integran las 1.400 que se han designado a este objeto, y habiéndose completado así este número. Mañana principiarán a marchar las mulas destinadas a carga". Pocos días después, a partir del 18 de enero de 1817, el grueso del Ejército Libertador comenzó a moverse, y desplazándose por el camino de Los Patos, cruzó la cordillera por territorio sanjuanino.
El trabajo del Gobernador no sólo se limitó a este aspecto, pues él fue el encargado de equipar la columna del Teniente Coronel Cabot, que compuesta casi exclusivamente por sanjuaninos liberó en Chile el puerto de Coquimbo y la ciudad de La Serena. Los esfuerzos a cumplir fueron también en este caso grandes y hubo que recurrir a muy diferentes métodos para lograr el objetivo. Vaya una prueba la carta que De la Roza dirigió a doña Loreta de Oro, donde le comunicaba: "Las apuradas circunstancias del erario impulsan al Gobierno a tomar todas las providencias conducentes al apresto de la próxima expedición que ha de operar sobre Coquimbo, y necesitando para este objeto 24 tercios de hierva para mate, he resuelto que entregue Usted la partida que tiene del europeo Lucas Gonzáles, en calidad de abonársela luego, que mejoren las circunstancias, a cuyo fin le servirá esta orden del Gobierno".
Las victorias del Ejército Libertador contribuyeron decididamente a la abolición del sistema colonial español. Pero, a la vez, De la Roza se quedó solo en San Juan, a la cabeza de un Gobierno que tenía deudas imposibles de saldar. Cualquier promesa de pago fue imposible de cumplir y el descontento de muchos vecinos iba en aumento. Además los esfuerzos no habían culminado con la restauración de la libertad en Chile, había que ir al Perú.
Hubo quien aprovechó las dificultades supuestamente para beneficiarse personalmente, Mariano Mendizábal, su propio cuñado. Organizó un golpe de estado, y el 9 de enero de 1820, el Gobernador fue depuesto de su cargo. Vendrán la tortura y la cárcel, de la cual pudo huir gracias a la ayuda que le brindó Narciso Laprida.
Una vez libre, se refugió en Chile, donde volvió a encontrarse con su amigo San Martín, quien lo nombró responsable de las finanzas del ejército que partía al Perú. No sólo se limitó a cuidar el dinero, también participó de muchas de las negociaciones que los patriotas llevaron a cabo con los españoles, para lograr la independencia peruana. Su formación como jurisconsulto fue de mucha ayuda. Tanto mérito le valió, que fue considerado Héroe de la Independencia del Perú. Y a su muerte, sus restos fueron llevados al cementerio de la ciudad de Trujillo, donde allí reposan. Murió en la más absoluta pobreza.
