"Como tenemos el baño afuera de la casa, debemos caminar por un pasillo sin techo para usarlo. Arriba de la casa están las ramas del eucalipto lleno de garzas flojas de vientre. Muchas veces mi marido se ha bañado y al salir le hicieron caca encima y tuvo que bañarse de nuevo", comentó preocupada Mirta Montaña, dueña de la vivienda que queda en la esquina de calle Santa Rosa y Doctor Ortega, en Rawson. La mujer agregó que "tenemos que pasar corriendo al baño para que no nos ensucien esos pájaros". Un eucalipto en la vereda de casi 100 metros de alto sirve de hotel para unas 400 garzas, lo cual resulta bastante extraño considerando que la ciudad no es hábitat natural de estas aves. Mirta, ya cansada de limpiar y de limpiarse hasta pidió permiso para cortar el árbol, pero no se lo concedieron.
Cuando uno llega a la esquina de las garzas, el olor a excremento de pájaro le avisa que están allí sin tener que mirar hacia arriba. El piso parece ametrallado por los excrementos que viajan unos 70 metros antes de caer. El frondoso eucalipto está en la vereda, pero sus ramas son tan grandes que cubren la mitad de la casa de Mirta.
Debajo de las ramas, el ruido similar a pequeñas piedritas que caen constantemente. Los proyectiles provienen de los inquilinos que más de una vez han recibido insultos de algún peatón que por descuido o por osadía pasó por abajo del árbol.
Además, las ramas ocupan unos 15 metros a la redonda, llegando hasta más de la mitad de la calle. Por esta razón los transeúntes que caminan por la vereda del árbol deben cruzarse a la otra para evitar los proyectiles pegajosos. Los 400 pájaros salen a comer durante el día y vuelven al atardecer con la panza llena.
La mujer dueña de casa comentó que desde hace más de 2 meses empezaron a llegar las aves. "Primero ví 3 garzas, a los pocos días eran unas 10, ahora son 400", dijo la mujer mirando a las vecinas del piso de arriba con el ceño fruncido.
Entrar al baño no es el único problema de la familia de Mirta. En el pasillo sin techo tiene la soga para colgar la ropa que lava. Y sólo ocupa la mitad del lazo calculando hasta dónde pueden caer los excrementos. "Me gasto casi un litro de lavandina en limpiar el piso y las paredes que se manchan" aseguró la mujer al tiempo que le decía al cronista "no asiente el cuaderno en la mesa, espere que la limpie porque se va a llevar el recuerdo". Un calefón y el tanque de agua con un montón de rayas verticales que comenzaban gruesas arriba y terminaban finas atestiguaban a favor de la mujer.
Otro problema que señaló la ama de casa es que sus vecinas blancas son muy habladoras. Con un sonido similar al de las catas, estos animales se comunican toda la noche. A esto se suman las curiosas plumas voladoras que de vez en cuando se meten en un ojo o hasta en la nariz, provocando nuevamente los insultos a las madres de estas aves.
Según el veterinario Aldo Olivares, estos pájaros se marcharán en unos días más, cuando el calor de la primavera llegue en plenitud. Se irán a anidar y a disfrutar de unos ricos bichitos como lombrices e insectos de lugares más húmedos de San Juan.
