Sin duda alguna el tributo histórico al General José de San Martín ha quedado plenamente reflejado a partir de las distintas denominaciones que recibió, las que no tienen parangón, ni siquiera en la historia grande. Algunas de estos apelativos nacieron durante su propia vida, cuando los triunfos de sus guerras por la emancipación sorprendieron al mundo, otras brotaron extemporaneamente, como un homenaje o resarcimiento póstumo a su figura, estampa esta que muchos suspicaces quisieron mancillar. De esta manera San Martín es "EL Libertador", el "Gran Capitán", "El Padre de la Patria, o el glorioso "Santo de la Espada".
Los dos primeros hacen referencia a su patriada continental, a la guerra contra la dominación española; es el reconocimiento en pro de las luchas libertarias que lograron la independencia de su tierra y de pueblos hermanos. También es la afirmación y la declaración cabal de su genio castrense, a ese espíritu militar plasmado en su plan continental y en las geniales estratégicas militares que concibió, aprendidas en las academias militares españolas, aquellas mismas que prepararon a sus huestes en las luchas contra Napoleón. En este último sentido no nos olvidemos que San Martín fue el único militar de las guerras por la independencia que tuvo aprendizaje profesional. Las restantes denominaciones contienen otro tipo de sentido, apuntan a su incuestionable humanismo o a razones espirituales; exteriorizadas fundamentalmente en su conducta como hombre. Así el apelativo "El Padre de la Patria", como lo expresa el estudioso Martín Kohan, hace referencia a la firme convicción de nuestro héroe de no participar jamás en las luchas fraticidas que ensombrecían a su patria. Esta aversión a involucrase en las disputas entre unitarios y federales es una constante en su existencia.
En este sentido, una de sus expresiones más recordadas es aquella que pronunció en 1829, luego del fusilamiento de Manuel Dorrego, cuando le ofrecieron una importante función pública, San Martín respondió de manera contundente: "¿Mi sable? No. Jamás se desenvainará en una guerra civil".
El último de los nombres brotó de la literatura, de la pluma de Ricardo Rojas, en cuya obra homónima publicada en 1933, traslada a nuestro héroe al ámbito de lo sacro. Presenta la vida de San Martín en forma novelada y estructurada en diferentes etapas, logrando combinar sus facetas humanas y épicas: empuñar las armas para él es sólo un medio para libertar los pueblos, no para conquistarlos o perpetuarse en el poder.
