Me quiero referir a la ley que dictan los legisladores y no a la ley natural. A la conciencia recta entendida como la razón del hombre que advierte la ley natural.

Se vienen tiempos en los que las personas de conciencia recta no estarán protegidas por la ley humana o positiva. Veamos un ejemplo concreto. En la pretendida reforma del Código Civil la fidelidad entre los esposos ya no será una exigencia. Es decir que el adulterio no perjudicará civilmente a quien lo cometa, porque según el comentario de algún legislador, este es un tema menor en la compleja realidad que hoy vive la familia. ¡Qué paradoja! Es como si le aflojamos las tuercas de las ruedas a un auto que tiene que andar por la ruta a alta velocidad. Realmente la familia hoy vive un vértigo insoportable en medio de amenazas y ataques que impone la sociedad de consumo.

El Papa Juan Pablo II predicaba la fidelidad como un manantial inagotable de felicidad. La felicidad es la principal aspiración de todo ser humano. Pero a la hora de consolar se dirigía primero a los hogares destruidos. Vivía para las familias en riesgo pero educaba en la recta conciencia para que se construyeran familias sólidas.

Hoy en nuestro país, por lo que se observa, los valores como la fidelidad entre otros, se van a confinar a las conciencias de quienes tengan la convicción de mantenerlos en medio de una sociedad en la que algunos de los principales dirigentes políticos del país están educando en la fidelidad al profiláctico pero no a las personas. Es como un mandato oficial que autoriza la promiscuidad.

Quiero dirigirme a quienes aun comparten en sus conciencias que hay una razón que advierte una ley diferente a la que nos están proponiendo nuestros legisladores en estos aspectos. El derecho positivo argentino ya no protegerá algunos valores esenciales que aprendimos y están consagrados desde los inicios de nuestro ser nacional. Es un hermoso tiempo para demostrar si estamos convencidos de los valores que predicamos en medio de una legalización del desorden.

Hay que tener la seguridad de que la ley natural siempre nos protege. Mientras tanto, muchos jóvenes van a padecer en el futuro, los efectos educativos de una legislación confusa. Todos podemos hacer algo. En primer lugar desde nuestros hogares y en segundo lugar en medio de los ambientes donde podemos influir. No bajemos los brazos.