La ciudadanía observa una falta de liderazgo que conforme una oposición coherente con planes y propuestas con soluciones concretas a corto y mediano plazo. Desde una visión historicista existen en este punto dos teorías contrapuestas y relevantes como las de León Tolstoi y Thomas Carlyle.
El gran debate surge a partir de un interrogante planteado entre las dos posiciones. La duda ronda en torno a si las aptitudes para el mando son innatas o adquiridas y también si es la situación la que produce al hombre, o es el hombre el que crea la situación. Según Tolstoi el hombre es un protagonista vital arrastrado inexorablemente por la corriente, y son las condiciones del momento y las circunstancias las que dan ocasión a que surjan esos grandes conductores; son, pues las necesidades circunstanciales las que impulsan a un hombre afortunado para aprovechar la ocasión y transformarse en líder. En cambio para Carlyle se trata de una cuestión totalmente opuesta, ya que para este pensador son hombres dotados de ciertos rasgos personales los que crean la situación y se imponen porque poseen cualidades dirigenciales.
La sociedad está ordenada de acuerdo con determinada jerarquía, es decir, basada en una heroarquía o gobierno de héroes. En el centro mismo de la teoría hay sin duda una concepción heroica de la historia tal vez mesiánica acerca de que grandes conductores forjaron la vida misma de los pueblos, se halla también una mención a la personalidad inclaudicable de sus referentes.
Sin embargo habría que acotar que la concepción se limita, como se ve, a un solo aspecto, porque desconoce que el héroe mismo esta influido por la época y que hay circunstancias políticas, de lugar y de tiempo, que obran sobre su conducta. La concepción colectivista encuentra, en cambio en las necesidades populares la causa de los acontecimientos históricos y sociales, especialmente en las necesidades materiales y económicas. Por ello bebe de las raíces del materialismo histórico que continúa hoy vigente con otros nombres y otras ramificaciones.
Habría que preguntarse si en la Argentina actual se espera el advenimiento de una era mesiánica, un gran salvador que unifique fuerzas y organice las huestes, o si se aguarda al hombre y su equipo que lidere con consenso participativo en forma moderada y alcance los logros requeridos para unir la patria por encima de las diferencias, las agresiones verbales y la violencia.
