El rostro desencajado y los gestos de fastidio de Lionel Messi cada vez que la cámara de TV lo mostraba eran la clara muestra de la impotencia de un equipo que no pudo contra la solidez de Brasil. Se había despertado mucha expectativa entre lo que pudiera generar Messi en el clásico, si hasta en el Barcelona lo cuidaron para que llegara 10 puntos al partido. Pero lo cierto es que Messi no pudo escapar de la mediocridad del equipo albiceleste y sus ráfagas de buen juego no fueron suficientes para cambiar la historia.

Acosado hasta con doble marca por momentos, Leo corrió más de lo que pudo jugar. Buscó, bajó los metros que hicieron falta, pero en soledad contra la impecable marcación de Brasil no logró ser el hombre desequilibrante.

Si bien intentó sociedades con Verón y Dátolo, Messi no tuvo anoche un equipo que lo pudiera respaldar para que brille, tal como le sucede en Barcelona.

Sus arrestos individuales fueron otra muestra del poco juego colectivo del seleccionado argentino. Cansado y abatido, Messi vivió los últimos minutos del partido casi arrastrando los pies en la cancha.

La contracara fue la felicidad de Kaká, con quien se había instalado un duelo de cracks que anoche quedó para el brasileño. Es que aunque el 10 de Brasil apareció poco, tuvo mayor peso en el resultado y de hecho metió el pase a Luis Fabiano en el tercer gol.

Lo mejor de Messi pasó por un disparo a los 11 minutos del primer tiempo que se fue alto a la izquierda. Y una ráfaga de gambetas y pases milimétricos entre los minutos 25′ y 30′, con un remate que sacó el arquero. Pero Messi se quedó en eso. El miércoles tendrá revancha, ante Paraguay. Y la patria futbolera cruza los dedos.