A pocos días de presentarse nuevamente en el Auditorio Juan Victoria, el prestigioso pianista argentino, tuvo una charla previa con DIARIO DE CUYO, en la cual mostró sus gustos, sus preferencias, su apego por la obra de los clásicos como Beethoven, sobre la relación con sus padres y sobre el deseo de conocer el observatorio astronómico El Leoncito y contemplar las estrellas que brillan en el cielo sanjuanino. Un costado poco conocido de este eximio artista, que en la función de este jueves dará un programa dividido en dos partes. La primera tendrá dos sonatas de Beethoven, la nº3, ‘fresca, joven y deliciosa’, más Sonata nº 23 Opus 57 ‘Apasionatta’: ‘muy conocida, apasionada, con toda la exaltación de su época’, según calificó el músico. En la segunda mitad, interpretará el ‘Andante Spianato’ y la ‘Polonesa’ opus 22 de Frederic Chopin.
– Fabuloso. Tengo un gran respeto por el público sanjuanino. Posee un auditorio magnifico con una excelente acústica. Se siente igual que el Auditorio de Belgrano, ya que fue el mismo arquitecto que lo construyó. Lástima con el único defecto de no contar con un ascensor para bajar del escenario (bromeaba). Pero desde el punto de vista estético y acústico es inmejorable.
– Sí, yo fui muy adicto a mi madre, tuvimos una relación superior. Cuando tuve la poliomielitis a los 7, quedé postrado en la cama. Pero ella supo tener una inteligencia maravillosa, no me fue nada fácil porque en esa época (1948) el conocimiento psicológico no fue tan popular como lo es ahora. Ella comprendió mi situación y me hizo entender que debía seguir estudiando. Y lo hice, practiqué en la cama debajo del piano. Tuvimos un vínculo maravilloso. Mi madre fue la crítica más temida. Su cariño por mí le hacía más exigente conmigo porque sentía una tranquilidad infinita, ya que la crítica más importante la tuve en mi casa y eso fue lo necesario para superarme. Mi madre me hizo pianista y mi padre me hizo concertista. Pero la figura de mi madre siempre fue preponderante.
– Fanático no soy, pero sí me galvanicé con él por su sufrimiento. Cuando visité su museo, descubrí aquellas cosas con las que trabaja mucho para poder oír un poco mejor. Fue un ser rebelde y muy resignado a la vez. ¡Qué castigo tremendo ser el genio que era y no poder escuchar lo que el compuso! Siempre tuvo la rebeldía humana y el excelso espiritual al lado. Gracias a Dios que no lo tuve al lado mío, porque tenía un carácter terrible (risas), pero me siento identificado con su inspiración divina.
– La primera clase que di fue a los 8 años, preparaba alumnos para mi madre y me ganaba unos pesitos muy gratos para comprarme golosinas. La docencia no la tengo como profesión porque sigo siendo un pianista viajero. El hecho de despertarle a alguien, la vibración musical, es muy grato y pienso que tengo talento para eso. Porque no todos los instrumentistas tienen el don y las ganas de dar clases. Enseñar es brindarse y entregar todo hacia el otro. Hay que saber tocar el centro vital para que se despierte la expresión. No solo transmitir lo intelectual, hay que saber llegar a la parte humana. Si alguien tiene la tentación de acercarse a la música, que lo haga con total seguridad ya que nunca tendrá algo más fiel y lo retribuya tanto, como lo puede hacer la música. Nunca lo defraudará en ningún momento.
– Me gusta todo en la vida. Soy muy amiguero, me encanta cultivar amistades, ir al cine, al teatro. Estoy una parte del día en el piano pero otra parte, compartir almuerzos y cenas, recibir a gente en mi casa y sobre todo comer rico. Me doy muchos gustos, por ejemplo, dibujar, sobre todos los ojos. Como los de Laura Hidalgo, una actriz del cine argentino que era divina. Con un papel me distraigo y hago sus ojos, es lo mejor que me sale, porque es mi única fijación femenina de fascinación. Su presencia y su rostro me galvanizan. También las de María Callas y Marta Argerich. La personalidad de estas mujeres siempre me ha sacudido.
– La paz lo encuentro conmigo mismo, en el mundo que vivimos hay mucho métodos para alcanzarlo. El mío lo hice descubriendo mi centro vital, a través del yoga y me ayuda mucho, antes y después de los conciertos. Lo que hago es entrar en religión. La música es muy celosa, uno tiene que dedicarse plenamente. Y gracias a Dios que nunca me tentó el alcohol, la droga y el cigarrillo. Todo lo que es inspiración pasan por los deditos, si no los cuido, la música no pasa. Ser ciudadano del mundo no es fácil, se cree que por ser un artista famoso uno vive en un mundo ideal, pero no, no existe, es un mito.
– Huy sí, hay muchas. Quiero conocer el observatorio de El Leoncito. Me gustaría sentarme en ese telescopio y ver ese fragmento de toda la inmensidad que es el universo. Pensar que Andrómeda, la galaxia más cercana a la nuestra, está a millones de años luz. Eso me da un vacío en la panza. Es una sensación de lo pequeños que somos. La cantidad de seres que pueden vivir en otros mundos, es fascinante, porque no podemos pretender que estamos en el único planeta con vida. También otra cosa que quiero practicar es el Bungee Jumping (salto al vacío) en el Cañón del Colorado, en Denver. Y bueno cosas así.
