La última vez que Pepita la Pistolera habló con sus familiares estaba en San Juan. Visitaba a su ahijada, que vive en Pocito, y también a uno de sus hijos, que estaba de paseo por la provincia. Y estaba tan animada, que todas sus conversaciones se trataban de cómo sería la cadena de pizzerías que quería instalar, empezando por una en Pocito y otra en Rivadavia. Pero, a sus 61 años, la salud le jugó mal y sufrió un accidente cerebrovascular. Nunca más volvió a abrir los ojos. Sucedió hace dos meses y medio en San Juan y la trasladaron de inmediato a Mar del Plata, su ciudad natal, donde falleció ayer por la madrugada. De esta manera, se apagó la vida de novela que tuvo esta mujer tristemente célebre, vinculada al negocio de la prostitución y el crimen, condenada por un homicidio y luego vinculada (aunque después sobreseída) al crimen del fotógrafo José Luis Cabezas, en la década del ’90.
Su verdadero nombre era Margarita di Tulio, pero se había ganado su apodo en el ámbito policial, por estar acusada de varios robos a mano armada a fines de los ’60, junto a su pareja. Luego, en 1985, tres hombres habían entrado a su casa para matarla, pero ella se defendió a los tiros con un arma que guardaba siempre bajo la almohada. En la balacera, uno de los hombres cayó muerto. La Justicia condenó a la Pistolera a 20 años de prisión, que luego fueron reducidos a 3.
Pero, pese a esos antecedentes y a ser famosa en el regenteo de locales nocturnos vinculados a la prostitución (hoy sus hijos manejan en Mar del Plata los cabarets que ella misma les heredó), fue el crimen de Cabezas lo que la llevó para siempre a la escena pública. Primero la acusaron de participar del asesinato con una banda. Pero después la Justicia estableció que ella no había tenido nada que ver con ese hecho de corte mafioso.
Desde entonces, Pepita la Pistolera (cuyo alias fue utilizado en cuanto caso policial involucrara a una mujer) comenzó a visitar asiduamente San Juan, donde se había convertido en madrina de una nena. Y ya retirada del negocio de los cabarets, quiso empezar una vida nueva, esta vez en el rubro gastronómico. "A la primera pizzería la quería poner en Pocito, ahí nomás otra en Rivadavia, y si le iba bien, iba a armar una cadena, con muchos más locales en San Juan", le contó ayer a este diario la comadre de Margarita.
Pero no tuvo tiempo de empezar siquiera. Estaba en plenos planes cuando sufrió el ACV en San Juan, la internaron en un sanatorio privado y los hijos terminaron pagando casi 30.000 pesos para que el avión sanitario de la provincia, que cobra cuando no se trata de un viaje de emergencia, la llevara a la clínica de Mar del Plata donde pasó dos meses inconsciente, hasta su fallecimiento, ayer poco antes de las 3 de la mañana.
