Ahora resulta que Estudiantes podría haberle planteado los 90′ mano a mano al Barcelona. Que le debería haber aguantado la presión que le impuso en la primera etapa y que hizo ver cosas "extrañas’ en los catalanes, como por ejemplo las pifias de un crack llamado Xavi. Que Sabella fue más mezquino que nadie e hizo replegar a sus jugadores en el complemento. Muchas cosas se podrán decir. La única realidad es que este Pincha lo llevó al esfuerzo supremo al equipo de Guardiola. Un team que hizo historia de verdad al obtener seis títulos en un año, algo que ni los Real Madrid, los Manchester United o los Milán tienen en sus ricos currículums. Ante semejante cuadro, Estudiantes lo tuvo en jaque. Y si no fue mate es porque el cansancio pudo más y entonces se durmieron en el centro que derivó en el empate de Pedro. Porque este Estudiantes, está claro, murió en su ley: la del corazón.

El primer tiempo fue la enciclopedia de cómo jugarle al Barca de Messi. Sólo un par de llegadas de Ibrahimovic conmovieron al seguro Albil. La parte de contener al rival se hizo perfecta en ésos 45′ iniciales. También la de sacar provecho al máximo de las chances que tuvo. El cabezazo de Boselli fue el resumen de la efectividad. Después vinieron los 45′ del repliegue. Algo lógico porque este Estudiantes llegó al final del año con lo justo. Con un Verón al borde del desgarro y que debió elongar en los minutos finales un par de ocasiones. Para la recta final del juego, se quedó sin ese motor que fue Enzo Pérez y también perdió por fatiga a un jugador clave para hacer jugar a sus compañeros como Leandro Benítez. Entonces, decidió lo correcto: esperar. Le dio pelota y terreno a los catalanes. Apostó sus ilusiones a los rechazos de Desábato y la confiabilidad de Albil, que tapó una pelota increíble ante Piquet todavía con el 1-0. Pero el fútbol es así y cuando algo tiene que pasar, pasa. Cellay no rechazó bien un balón y Pedro facturó. Con el cansancio como enemigo número uno, llegaron los 30′ del alargue. Messi, justo Messi que ni la había tocado, metió su pecho y clavó un puñal en los hinchas de Estudiantes. El 2-1 en suplementario quedará para la historia. Porque a contramano de lo que pregonó siempre uno de los emblemas del club argentino como Carlos Salvador Bilardo, a veces, ser segundo tiene su valor.