En una clara demostración de respeto y cariño, el pueblo sanjuanino despidió ayer a su ídolo.

Antonio “Payo” Matesevach tuvo la despedida que si le hubiesen preguntado, hubiera querido. Sus familiares y amigos fueron acompañados en este momento de tanto dolor, por una gran cantidad de gente que compartía su angustia y que al recordar algún momento de sus vidas compartidas con el popular ciclista, comenzaban a darle forma a su leyenda.

Unas 2.000 personas, acudieron ayer al velódromo “Vicente Chancay” para mirar por última vez al hombre que admiraron. Aproximadamente 30.000 almas, sin división de edades, aplaudieron el paso de esa caravana ciclista que se resistía a convertirse en un cortejo fúnebre.

El Payo. El ídolo. Encabezaba su último pelotón. Tras la carroza que transportaba sus restos ilustres, se encolumnó un grupo de un centenar de ciclistas que en silencio seguía a su líder.

Los altavoces de Tadeo y los móviles radiales, que invariablemente marchan al frente de las caravanas ruteras, abrían el paso en ese recorrido, de aproximadamente 10 kilómetros, desde el estadio abierto del Parque de Mayo hasta el cementerio parquizado San José.

Banderas, carteles, papelitos lanzados desde el puente de Avenida de Circunvalación, sobre avenida España, dieron colorido a una emotiva despedida.

Ramón Sánchez, llegó desde San Luis. Juan Domingo Jácamo y Ernesto Contreras vinieron desde Mendoza. Muchas de las figuras de la época dorada del ciclismo sanjuanino fueron también a despedir a quien fuera ocasionalmente adversario o compañero. Moisés Carrizo, Juan Carlos Ruarte, Roberto Bernard, Gerardo Cavalliere, Juan José Gómez, Manuel Recabarren, entre otros contaban en distintas ruedas de conocidos las anécdotas vividas con El Payo.

Oscar Villalobo, Javier Páez, Emanuel Saldaño, Pedro González, Emiliano Fernández y muchos otros más integrantes del pelotón actual también dijeron presente en el pelotón.

En ese último pelotón que, como era su costumbre, encabezó El Payo.

Amigos y conocidos. Rivales y colegas. Fanáticos y curiosos, fueron ayer por la tarde testigos presenciales de un hecho histórico. El paso de Antonio Matesevach a la inmortalidad.

La nobleza, coraje y pasión que puso el Payo para sobreponerse a la adversidad de un accidente que casi le costó la vida, es el ejemplo que nos dejó como legado. “Sueñen, sueñen y luchen para que esos sueños se hagan realidad”, aconsejaba a los jóvenes. Esas palabras tienen el peso de una sentencia, dicha por un hombre que nunca se entregó y pudo darle forma a su sueño de practicar el ciclismo en el máximo nivel al que podía aspirar.