La empresa española Imecal y el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) han apostado a un proyecto piloto llamado PERSEO, con el que se está aprovechando la fibra orgánica de los RSU (Residuos Sólidos Urbanos) para transformarla en bioetanol celulósico, que combinado con gasolina, un 85% del primero y un 15% de la segunda, crea un biocarburante que produce 80% menos de contaminación en comparación con los combustibles fósiles tradicionales.

La iniciativa es diferente a la que está proyectada en nuestra provincia de producir biogas a partir del tratamiento de residuos, en la nueva planta que será construida en Rivadavia, al ser más específica en la producción del bioetanol con el fin exclusivo de obtener un biocarburante en instalaciones especialmente diseñadas para ello.

El proceso del proyecto PERSEO consta de los siguientes pasos: Pretratamiento: se prepara una suspensión de RSU para ser expuesta a un tratamiento físico químico con el que se rompen o despolimerizan parcialmente las cadenas cristalinas de celulosa, facilitando posteriormente el acceso a las enzimas.

Sacarificación y fermentación simultáneas: la mezcla se lleva a un tanque que contiene enzimas y levaduras. Las enzimas hidrolizan la celulosa y hemicelulosa a azúcares monoméricos, y en un mecanismo acoplado las levaduras van tomando estos azúcares y generando etanol.

Destilación: la mezcla alcohólica se transporta a una torre de rectificación en la cual se obtiene un primer concentrado de etanol en agua al 66%. La corriente de cabeza va a otra torre de destilización azeotrópica donde finalmente se consigue etanol al 96%.

La línea de etanol es conducida a un tanque de deshidratación con tamices moleculares, en el que se logra un etanol de pureza mayor al 99,5%, apto para el uso en motores.

En estos momentos existen únicamente tres plantas experimentales en todo el mundo que se han aventurado por este novedoso camino, la española, con capacidad diaria de procesamiento de cuatro toneladas de RSU, seguida por una localizada en los Estados Unidos y otra en Suecia, ambas con una elaboración de dos toneladas por día. Técnica interesante que también ha atraído la mirada del Gobierno alemán y de muchas universidades de todo el planeta.

Una de las ventajas que supondría la industrialización de estos biocarburantes además de alivianar la pesada carga de dióxido de carbono en la atmósfera, es que no se necesitarían terrenos fértiles para su producción, ya que la basura no se cultiva, sino que en la mayoría de los casos se acumula y no siempre es tratada de la manera adecuada.

Entre las desventajas están los enormes gastos iniciales que conllevaría su industrialización, que algunos opinan deberían designarse a la fabricación y subvención de autos eléctricos, cuyos motores transforman entre un 70-90% de la energía eléctrica en trabajo mecánico en contraposición a los motores de combustión que convierten en movimiento una mínima parte de la energía contenida en el combustible.

Además, los campos de cultivo se deben destinar a la producción de alimentos y no de biocarburantes, máxime en tiempos en los que el problema del hambre no se a logrado mitigar en muchas partes del mundo, problema, que zanja más la línea divisoria entre los que "sí" y los que "no".

Lo cierto es que la planta valenciana del proyecto PERSEO es hoy una pyme en la que se han invertido únicamente 6 millones de euros, 125 veces más pequeña de lo que sería una instalación de este tipo funcionando a plena capacidad, de la que se esperaría una obtención de 18 millones de litros de etanol por año, provenientes de 500 toneladas diarias de fracción orgánica de residuos sólidos urbanos.

Una futura industrialización del proyecto PERSEO o lo qué se derive de éste, primero por las economías desarrolladas y luego su puesta en práctica en países que carecen de reservas petrolíferas -pero producen a diario toneladas de RSU-, ayudaría a que nos acerquemos a ese gran anhelo de vernos convertidos en una generación que viva en completa armonía con la naturaleza.

Diferentes organismos e investigadores deberían ponerse tras la pista de este original plan piloto, que puede ser uno de los paradigmas del siglo XXI que cambiará la forma de vivir de la humanidad.