Cimbronazo sin precedentes. Esta semana el agua llegó al cuello y expuso a los que no tienen aguante. Cristina Fernández y Hugo Moyano se vieron las caras frente a frente, de la manera menos sigilosa, y con las consecuencias más graves. El paro de los camioneros, que dejó a buena parte del país sin combustible, movió las estructuras oficialistas hasta los mismos cimientos y, como una tenue consecuencia, expuso al público los contubernios más ocultos: "Sabés cuántas veces De Vido me dijo: "si vos te vas, yo me voy a la m…"", dijo Moyano en TN. No debe ser mentira ya que lo dicho es de esas frases que suelen abundar en la intimidad de una oficina, pero que expuestas al público, sin el contexto apropiado, suenan determinantes, como de hecho fue la que lanzó el camionero. Obvio que la intención de Moyano fue herir en lo más profundo del mundo K. Y lo debe haber logrado, porque si algo es cierto, es que el oficialismo sufre fuertemente las deslealtades. Y las condena con la misma fuerza. Al final, todo se trata de eso, nada más y nada menos: una separación de hecho entre Moyano y Cristina en la que todos tendrán algo de responsabilidad, porque todos van a tener que tomar una decisión, para un lado o para el otro. En medio de esta guerra e inesperadamente, Gioja va a poder mostrar otra vez un as, si es que lo considera oportuno. Y es que los gremios de la provincia se perfilan para desoír al camionero y dar libertad de acción algunos, y otro, incluso, para decir públicamente que no irán al paro. Gioja podrá mostrar esa carta en Buenos Aires y, de hecho, puede ser su retorno al círculo más cercano al mundo K. No es que se haya ido, pero los últimos vaivenes de la política lo expusieron entre su pensamiento y ese universo al que le cuesta ingresar, el que hoy rodea a Cristina. Paradójicamente, está claro que la Presidenta necesita de tipos como el Gobernador de San Juan.

Daniel Scioli fue uno de los pocos gobernadores que llegó a la provincia para estar en la Fiesta Nacional del Sol. Nunca tuvo problemas para mostrar que tiene excelente relación con Gioja. Scioli, por estos días, tiene un fuerte encono con el Gobierno nacional. Moyano se le acercó en el momento justo y lo terminó de enfrentar al poderío K. El problema es que nadie sabe, al menos públicamente, qué quiere hacer el mandamás de la provincia más grande del país. Todos los analistas políticos apuntan a que el ex deportista será el Cámpora de Hugo Moyano, pero lo sugieren, no lo afirman. El sindicalista sabe que tiene pésima imagen pública y necesita aprovecharse del perfil de Scioli. Y si hay algo -o lo único- que el ex motonauta ha logrado hacer, es cuidar esa carta.

En estos momentos todo es impredecible. Lo es Scioli y por supuesto Moyano; y también la Presidenta. Son momentos en los que cualquier chispa puede conducir directamente al mismo infierno. Todos se dan cuenta de ello, pero todos apuestan un poco más. Lo del paro de camioneros dejó en claro que los actores de esta historia están dispuestos a todo. Cuando a Moyano le dijeron en plena entrevista de TV que el Gobierno lo iba a denunciar a él y a su hijo Pablo, el camionero perdió el control. Inmediatamente dijo lo que tenía previsto decir, pero en otro contexto, bajo otra pregunta. "Lanzamos el paro nacional de los camioneros… Ah, y marcha a Plaza de Mayo", dijo ofuscadísimo. Acto seguido aseguró: "El que toma las decisiones soy yo, dejen a Pablo -Moyano- afuera de todo esto. Si quieren agarrarse con alguien, que se la agarren conmigo. Yo soy el que toma las decisiones acá…". Parece que sintió que se metieron con su familia, y no con el sindicalista, que en este caso, es su hijo. Perdió la línea. Si en su cabeza en ese momento pasaba otra cosa más grave, reaccionaba peor, y vaya a saber con qué cosa. Por suerte fue el paro. Muy lejos de achicarse, el Gobierno redobló la apuesta al otro día al anunciar que también denunciaría a los empresarios. Por la tarde, algo pasó que Moyano levantó el paro. Nadie lo sabe, o los que lo saben no quieren decirlo. Lo cierto es que todos tuvieron lo que querían: Moyano su acto con convocatoria a Plaza de Mayo, y el Gobierno que los gremialistas levantaran el bloqueo a las plantas de combustibles. Tregua. El problema es que el arreglo vino tarde, porque ambos se midieron fuerzas. La situación, si es que el Gobierno trabajara políticamente, nunca debió llegar a ese punto. Cristina debe extrañar a Néstor.

En San Juan Gioja metió, sin querer, un golazo político. Y es que el lío entre el Gobierno nacional y el sindicalismo, algo que el Gobernador no esperaba, le entregaron en bandeja a Gioja la posibilidad de mostrar sus dotes de conductor. Los gremialistas locales se dirimían entre apoyar la dura línea que baja de la central obrera nacional para mostrar fuerza de choque el miércoles o sus raíces arraigadas en el peronismo más puro, ese mismo que Gioja encarna como casi ningún otro. Y los sindicalistas decidieron optar por Gioja. La semana pasada (ver página 8 de este diario) hubo una reunión entre el mandatario local y el líder de las 62 Organizaciones Peronistas, Juan José Chica. Ahí el Gobernador bajó línea de no apoyar el reclamo. Y le hicieron caso. Los gremios, entre ellos algunos fuertes como Luz y Fuerza, UOM, Plásticos, Gráficos, Estaciones de Servicio, Comercio, entre otros, definieron aceptar la bajada de línea que hizo el Gobernador y mirar para el otro lado ante el convite público hecho por Moyano a participar de la marcha y paro de la semana entrante. Peor aún: el mismísimo líder de la CGT local, Eduardo Cabello, dará libertad de acción a sus mandados. Según dijo, su gremio a nivel nacional le dio esa facultad; aunque ¿cómo se explica que la CGT lance un paro, el primero de la era Cristina, y una filial diga que no? Solamente en la complejidad de las cuestiones políticas, una cosa de ese tipo es digerible.

En el medio de todo esto, reapareció Ruperto Godoy, el senador que hasta hace algunos días estaba separado del Gobierno provincial. Ayer tuvo una reunión con Gioja más algunos empresarios olivícolas y casi todo el equipo del Ministerio de Producción. Los dirigentes locales le endilgan haber expuesto al Gobernador en el famoso caso de la adolescente que dijo haber sido censurada en una escuela secundaria al intentar hablar del último golpe militar, tema del que Cristina se tomó para reforzar su imagen de luchadora de los Derechos Humanos, mote ganado con creces. La Presidenta mostró una foto de María Isabel Larrauri, la rectora de la Universidad Católica de Cuyo junto al ex presidente de facto Jorge Rafael Videla. Eso, más el fusilamiento a Monseñor Alfonso Delgado en la TV pública, expusieron al Gobernador entre dos amores: Cristina y la Iglesia. Por suerte para Gioja otras cosas pasaron en la Argentina, porque a 1.200 kilómetros de distancia todo hacía creer que el ataque al Obispo de San Juan se venía con fuerza. Gioja se sintió incómodo, y en el Gobierno sanjuanino tomaron el tema de la peor forma. Por lo bajo acusaron a Godoy de fogonear todo el paquete: desde la foto hasta la mismísima cadena nacional en la que Cristina habló de Micaela. Godoy quedó al frente de la maniobra, al menos públicamente, y tuvo sus minutos de gloria, pero le costaron caro, mucho más que la campaña mediática más cara de Obama, por hacer sólo una comparación. Algunos piensan que Godoy reaccionó por lo que él llama una excesiva exposición del vice, Sergio Uñac. Y acusa a Gioja de dejar que Uñac haga lo que quiera. Gioja, con todo este circo, el del peronómetro sindical y el supuesto progresismo de Godoy, prefirió esperar y ver pasar el tren. Y no hizo mal, porque ahora volverá -si es que decide hacerlo- victorioso a Casa Rosada. Tiene elementos para hacerlo, aunque no es seguro que lo haga.