En la vereda hay un surtidor de plástico. De allí sacan el agua para lavarse y para hacer la comida porque adentro de su casa no tienen ni canillas ni baño. La construcción es precaria y está a punto de derrumbarse. Es de adobe, cañas y nailon. Esta en Rawson, en la Villa 11 de Noviembre. Y en ese lugar, que no tiene más de 3 metros de ancho por unos 6 de largo, comen, duermen y conviven 9 personas. Son Bibiana Guardia, quien espera gemelos y tiene un embarazo de 8 meses y medio, su marido Miguel Jofré y sus otros 7 hijos.

"Ahora con el embarazo tengo que ir al baño a cada ratito. Pero como no tengo, me voy hasta la casa de una amiga de acá de la villa que me presta el suyo", dice Bibiana. El resto de la familia se las arregla como puede en un rincón del rancho en el que han puesto una cortina de tela. Detrás de ella, buscando algo de privacidad, hacen su higiene personal con palanganas y tachos con agua. Allí mismo Bibiana baña todas las tardes a sus hijos. "Trato de que no se me haga muy tarde para que no les dé frío. Saco agua del surtidor de la vereda, caliento otro poco en la cocina -a garrafa- y ahí detrás los voy bañando", cuenta.

La agotadora rutina no es nueva para ella porque ya lleva 18 años viviendo en esas condiciones. Mientras sus niños, todos tímidos y bien peinados, se ubican con dificultad en el pequeño comedor, ella cuenta que se anotó en el IPV y muestra los papeles que lo confirman. Su marido tiene que pasar todo el día en la calle para que no les falte la comida y, por suerte, "nunca nos ha faltado", dice. Miguel sale todos los días a las 6 de la mañana a trabajar, vuelve al mediodía y al rato parte de nuevo. Es lustrabotas, pero también hace todo tipo de changas y vende cartón y botellas de vidrio.

La más grande de los niños, Marisol, tiene 12 años, y el más chico, Joel, tiene 2. Todos tienen muy buenos modales y dicen que van a la escuela y les gusta. Su mamá se preocupa mucho por ellos, las cartillas sanitarias de los 7 están siempre a mano porque los lleva al control de la salita de la villa todos los meses. "Menos mal que son todos muy sanos, yo los cuido mucho", cuenta. La única que no siempre goza de buena salud es ella, quien no puede aumentar de peso por culpa de los nervios que pasa. La pone mal no tener comodidades para los chicos.

"Yo quisiera que mi marido y mis hijos tuvieran un techo firme porque esto en cualquier minuto se viene abajo", dice mientras señala los palos quebrados del techo y las grietas de más de 2 centímetros que hay en las paredes. Lo que peor está es la pieza donde duermen todos. Es un espacio de 3×3 que tiene dos cuchetas y una cama matrimonial. Uno de los chicos duerme con el matrimonio y los otros comparten las otras camas.

Para complicar las cosas, la cortina que hace de puerta de calle no detiene el agua que corre cuando llueve o riegan. Por eso entra, inundando todo el piso de tierra de la casa de los Jofré. Bibiana tiene fecha de parto para el próximo 30 (aunque ya tiene contracciones) y lo único que desea es que los dos nuevos integrantes de la familia no tengan que pasar por lo mismo que el resto.