-¿Qué sentías cuando jugabas un clásico ante Godoy Cruz?
-Era una motivación extra. Por lejos, es el clásico más fuerte entre equipos sanjuaninos y mendocinos. Cuando salía el fixture del torneo era lo primero que miraba. Después, veía cuándo nos cruzábamos contra Boca o River.
-¿Qué pensás que se pierda al jugarse en el Bicentenario?
-En lo personal, no es algo que me guste pero son decisiones que se tomaron hace tiempo y pensando en la seguridad. Jugar en la cancha de San Martín es otra cosa: el aliento del hincha se vive distinto, además vos en Concepción sabés que es tu casa y la cabeza te juega de otra manera.
-¿Pesa la historia antes de un clásico?
-No. Es posta la frase que ‘un clásico es distinto a todo’. Lo único que interesa es ganarlo.
-¿El partido ante Godoy Cruz que más recordás?
-En el ’97, era mi segundo clásico. El club estaba mal económicamente y ellos estaban peleando el título en la B Nacional. Ganamos 2-0 y todavía tengo las fotos de los jugadores trepados al alambrado celebrando con los hinchas.
-¿Con qué rival tenías más pica?
-El Rafa Iglesias. Era una cosa de locos, lo quería matar adentro y afuera de la cancha. Tenía la voz ronca, yo lo cargaba por eso y nos decíamos de todo. Pero un tiempo después, cuando el Gino Laciar jugó en Godoy Cruz, él paraba en unos departamentos donde también estaba el Rafa. Empezamos a tener una buena relación y hasta incluso terminó jugando con nosotros en el club.
-¿Un clásico que se puso ‘complicado’, más allá de lo futbolístico?
-En el Malvinas Argentinas, ganamos 1-0 con gol del Beto Ortiz. Gritamos el gol y la gente nos empezó a putear. En ese momento una persona le quiso pegar a Cristian Lagrotería que estaba conmigo, pero él le metió un trompazo que lo tiró cinco escalones para abajo. Se armó una batalla campal. ¿Conclusión? Fui el único demorado, me metieron en la ‘chancha’ y me tuvieron dos horas adentro. Después me largaron y volvimos con el plantel a San Juan.
-¿Qué estás haciendo ahora en San Martín?
-Dirijo a los chicos de la Sexta División de AFA y ahora tengo a cargo la Primera local.
-Comparándolo con tu época, ¿qué cambió en los chicos?
-En mi época, lo máximo que había de diversión era el walkman. Ahora, está la Play, el celular, van al centro a tomar una gaseosa y seguramente de lo que menos hablan es de fútbol. Nosotros cuando éramos pibes teníamos una pelota en la cabeza.
-¿Qué es lo más complicado de dirigir a juveniles?
-Cuando tenés que decirles que no van a continuar. Es duro. Puede marcar un antes y un después en su vida, no sólo dentro del fútbol. Hay que tener mucho cuidado con la forma en que se lo decís.
-¿Cómo fue tu paso de dejar el fútbol a ser técnico?
-No es fácil. Pasás de un momento en el que toda la gente te saluda y te quiera, a que sólo te reconozcan los que te aprecian de verdad. Pasa que gente que antes se te acercaba, ahora cuando vos fuiste a pedirle una mano te terminaba cerrando la puerta en la cara. Eso es lo que más duele de dejar, darte cuenta que mucha gente se te acercaba por interés.
-La última, ¿cómo sale el clásico?
-Lo veo bien a San Martín. Hubo un cambio de aire que hacía falta y eso se nota en el club.
-No respondiste, ¿cómo sale?
-(sonríe) No se dice nada antes de un clásico…

