La derecha en punta, larga, fue un martirio para Duer. Con ese golpe, ensayado hasta el cansancio, y el dolor, Cecilia
Román fue edificando una victoria inobjetable.

Nobleza obliga. Me incluyo entre los muchos habitúes del mundo del boxeo que creían que Cecilia Román tenía pocas, casi escasas, chances de ganar el título del mundo. Uno, porque se medía ante Carolina Duer, una campeona sólida con gran experiencia en peleas mundialistas, similar a la cantidad de peleas con las que llegó a la cita la sanjuanina.

Dos, porque mirando las campañas saltaba claramente a la luz que la calidad de rivales enfrentadas por la porteña superaba holgadamente al nivel de las que pelearon con Cecilia. Y, tres, porque Román no tenía ningún nocaut a su favor (Duer cuenta con 6) y tenía que ir a ganarse la vida al patio de la casa de su adversaria. Era invitada de piedra.

El título de la nota publicada en la edición del jueves pasado (Román saldrá a todo o nada) reflejaba un estado de ánimo, el de la nueva campeona, quien tuvo la humildad suficiente para admitir que si quería algo más que ser monarca argentina, debía emigrar. Que con lo que tenía en el bagaje técnico solo le alcanzaba para vuelos de cabotaje.

En silencio se fue a Buenos Aires para entrenarse con Julio Ledesma, técnico de la campeona mundial mosca Yesica Bopp, quien le corrigió errores de técnica pugilística, tanto en el lanzamiento de los golpes como en la traslación. 

La historia de la pelea de antenoche tiene un punto de partida. El 11 de abril de 2016. Ese día se presentó la defensa del título mundial mosca FIB de Leonela Yúdica ante la puntana Soledad Frías, que promovió Duer (NdR: la sanjuanina defendió exitosamente su cetro). Como la porteña debía combatir cuatro días después con Vanesa Calderón, solicitó, culminada la reunión de prensa, entrenar en un gimnasio. Lo hizo el Club Landini y allí hizo guantes con Román.

Fue Duer, con su técnico Alberto Zacarías, quienes sugirieron que Cecilia peleara por el título argentino gallo, vacante. Entre medio, la experimentada boxeadora capitalina ganó el cetro interino gallo de la FIB.
El 10 de septiembre Roman venció a Anahí Salles, en el club Aberastain de Pocito y, sin pensarlo, allanó su camino a la oportunidad mundialista.

En la convención de la FIB, realizada el pasado mes de mayo, Duer y su gente postularon a Román para que sea ubicada número 1 del ránking. Posición que la convertía en retadora mandatoria, contra la que la campeona debe exponer su cetro una vez al año. Hay un dicho popular que dice que ‘el tren pasa una sola vez en la vida’ y La sanjuanina, con humildad y determinación, no dejó que se le pasara el tren.

En lo previo era una pelea tranquila para Duer. La cátedra subestimó a esa chica de pocas palabras que siempre sube al ring con aire para pelear 30 rounds. La misma que repitió hasta el cansancio los movimientos de traslación.

La que tuvo la grandeza de reconocer sus errores y corregirlos. Ledesma y su equipo creyeron en ella, más que mucho de nosotros y la prepararon y elaboraron una estrategia que le permitió cambiar el destino de su vida apoyada en la única e invencible razón de los hombres: la fe.
Salud campeona mundial!