Scanners con detectores de metal, la Policía del Vaticano, la famosa "Polizia" Italia y sus carabinieri, el Ejército con sus potentes vehículos fuera de los muros y siempre con sus soldados empuñando sus rifles, como si estuvieran listos para disparar. Y en los techos, semi escondidos, los francotiradores. La seguridad en el Vaticano es extrema, aún más después de la amenaza de Isis. Y sin dudas que impacta.

Para llegar a la plaza de San Pedro hay que pasar dos controles. Un anillo externo, en el que debe presentarse el pasaporte entregado por la Santa Sede para avanzar a la audiencia, y luego uno más, bastante tedioso, pues hay scaners con detectores de metal, igual que en los aeropuertos. Esto obliga a pasar los objetos por fuera del arco, siempre con la mirada celosa de las fuerzas de seguridad, lo que resulta el cuello de botella en las largas filas de la multitud. Luego de los controles, entonces sí aparece la inmensidad de la Plaza de San Pedro.

El papa Francisco se mueve en autos blindados.

Caminar por un lugar tan importante para los católicos y referencia ineludible para los turistas que visitan Italia genera felicidad plena a cada paso. Ni hablar de poder estar tan cerca del palco de la Basílica en la que anunciaron el recordado "Habemus Papa" con el nombramiento de Francisco, nuestro Papa argentino. Después, para los visitantes, no queda más que maravillarse con el furor que genera el Papa. A la audiencia llegó en el Papa Móvil y recorrió una y otra vez los pasillos que dejan abiertos entre la multitud, enloquecida por saludarlo o tocarlo. Después de la ceremonia, cuando bajó las escalinatas y se entremezcló con los presentes, creció ese deseo por tratar de acercarse pese al vallado. Es entonces cuando después de tanta espera, verlo a poca distancia, siempre sonriente y atento al grito argentino que identifica inmediatamente, se convierte en parte de las pequeñas e inolvidables historias de los visitantes.