Buenos Aires, 7 de septiembre.- En esa final con victoria sobre Unión Soviética (3-1), el seleccionado argentino coronó una fantástica producción colectiva que incluyó seis victorias en igual cantidad de presentaciones, con 20 goles a favor y apenas 2 en contra.

Menotti había comandado al seleccionado campeón del mundo en junio de 1978.

Meses más tarde, luego de una increíble tarea de preselección que encabezó el insuperable Ernesto Duchini (quizás el más grande "descubridor de talentos" en el fútbol argentino), el `Flaco` se puso al frente de un equipo que ilusionaba.

En la etapa de preparación hubo un triunfo 2-1 sobre el "combinado de estrellas" que representaba por esos días la integración del Cosmos de los Estados Unidos, que contaba con los concursos del astro alemán Franz Beckenbauer y el goleador italiano Giorgio Chinaglia, entre otros.

Argentina arrancó su camino al título un domingo 26 de agosto en Omiya.

Por el grupo, el conjunto albiceleste le ganaba por 5-0 a Indonesia, con goles marcados todos en el primer tiempo.

Luego sobrevino un ajustado triunfo sobre Yugoslavia por 1-0, con gol de Escudero.

Para finalizar la actuación en la etapa inicial, Argentina, con algunos suplentes, derrotaba por 4 a 1 a Polonia.

En el cotejo de cuartos de final el rival fue Argelia y el triunfo fue un concluyente 5 a 0. Precisamente, Uruguay, anfitrión del torneo continental, resultó el adversario de semifinales.

Luego de un primer tiempo parejo, Argentina aprovechó un robo del `Pichi` Escudero, quien cedió al riojano Ramón Díaz (goleador del campeonato con 8 conquistas) y definió implacablemente ante Alvez para decretar la apertura de la pizarra, apenas comenzada la segunda parte.

Luego vino un desborde del `Pelado` Díaz para que Maradona cabeceara y mandara la pelota al fondo del arco.

La final se jugó un viernes y la dictadura militar que encabezaba por aquel entonces el presidente Jorge Rafael Videla quiso sacar rédito político de un suceso deportivo, como tantas otras veces.

Como el cotejo decisivo se jugaba muy temprano en la Argentina (por la diferencia horaria) se dictó una suerte de "feriado administrativo", una excusa para que el "pueblo argentino" acompañara a su selección desde la pantalla de una TV, todavía en blanco y negro.

La final ante la Unión Soviética fue un "encuentro trabado, típico de dos equipos que llegan a esas instancias", recuerda Rinaldi.

Apenas comenzada la segunda etapa, Ponomarev, con un cabezazo, puso en ventaja a los europeos. El golpe surtió efecto rápidamente.

Una mano de Khatcharian propició el penal que convirtió Hugo Alves y que supuso el empate 1 a 1.

Más tarde llegó esa corrida electrizante de Ramón Díaz (que hizo levantar a Menotti de su asiento y festejar el gol como casi nunca hacía) que derivó en el desnivel y por último ese tiro libre de Maradona, que le entregó cifras definitivas al asunto.

Lo cierto es que una vez que el juez brasileño Roberto Wright decretó el final, los -en ese entonces- "pibes" argentinos ya sabían que ingresaban a la historia grande del fútbol de su país.

La conquista sirvió de ejemplo para las futuras consagraciones que seleccionados de menores supieron hilvanar, en los exitosos ciclos de José Pekerman, el técnico que jerarquizó las labores al frente de los combinados juveniles.