Fotos: Marcos Carrizo - DIARIO DE CUYO y archivo de Hugo Carrizo.

Hugo y la pelota: un vínculo que aún perdura.

Empezó a jugar en Alfiles cuando tenía 4 años y con el tiempo se convirtió en un referente del club. También se dio el gusto de jugar al rugby en Europa y hasta de ser campeón junto a sus tres hermanos en Los Elefantes. Hoy, cuando el amor de su vida cumple 90 años, la realidad lo encuentra con las mismas ganas y su magia intacta para seguir dando todo adentro de la cancha. Ese es Hugo Carrizo, un hijo pródigo de la institución de Punta de Rieles, que se lamenta no poder festejar el aniversario por la pandemia del coronavirus pero que sabe que cuando se pueda, será a lo grande.

Uno de los tantos planteles que integró Carrizo.

Hugo nació en un feriado del 9 de Julio (Día de la Independencia) y, cuatro años más tarde y por una cuestión de familia (tiene 3 hermanos que también son parte de Alfiles) dio sus primeros pasos en el deporte de la ovalada para no despegarse nunca más. “Cuando era niño jugué en todas las posiciones y recién en la M-10 empecé como apertura porque el entrenador me vio algunas cualidades y aparte me gustaba patear. Seguía mucho al “Laucha” Juan Pablo Aguiar, que en ese momento jugaba en la primera y él me enseñó a tirar a los palos”, recordó.  

El apertura, al charlar en su casa con DIARIO DE CUYO.

En medio de innumerables viajes y partidos, fue sumando amigos que hoy perduran y, según dice, son para toda la vida. Como es el ejemplo de Edgardo Páez, quien fue su vecino en el Barrio Meglioli, su compañero de la escuela y también crecieron juntos en el club de Punta de Rieles. “Jugábamos y vivíamos en Alfiles. Era jugar o entrenar y después quedarse al tercer tiempo. Es más, hasta cuidábamos autos y nos quedábamos a ver a la primera”, dijo.

Pateando, una de sus grandes cualidades.

El tiempo pasó y a los 16 años Hugo tuvo la posibilidad de jugar en la primera de Los Elefantes. Su división se disolvió y él pasó automáticamente al plantel superior, pero su padre consideró que aún no tenía la edad suficiente y le puso un freno a su ilusión. Sin embargo, la revancha le llegó a los pocos meses. Pudo debutar en la máxima categoría de Alfiles y, como si fuera poco, pudo jugar con sus hermanos. “Enfrentamos a Universidad y perdimos, pero lo que más me dolió es que sólo pude jugar 5 minutos porque sufrí una distensión de ligamentos en la rodilla izquierda. Realmente mis rodillas fueron un karma hasta el año 2019, cuando me operé las dos”, contó con una sensación agridulce.

Pasaron derrotas y también victorias, pero Hugo siempre demostró ser un jugador diferente y eso le abrió la chance de poder juega en Europa. En el 2011, tras conseguir el ascenso con la selección sanjuanina, viajó a España para sumarse al Belenos, de la tercera división de aquel país. Allí, el apertura cumplió el sueño de ser un rugbier profesional porque el club asturiano le pagaba por jugar. Estuvo ocho meses y al final de temporada recibió una propuesta de El Salvador, un equipo de Valladolid que milita en primera. “Me probé y quedé, pero en ese momento mi hija mayor tenía 6 años y la extrañaba mucho. Entonces decidí jugar un año y regresar a San Juan”, explicó.

Pero su destino aún estaba lejos de San Juan, un poco más cerca pero también a cientos de kilómetros. Hugo decidió probar suerte en Chile, más precisamente en Los Cuervos de Antofagasta, que en ese entonces disputaba un certamen regional. En el país trasandino no sólo fue jugador, sino que también fue entrenador y así el equipo finalizó tercero.

“Mi rival preferido es Universidad, pero igual me gusta jugar contra todos. Y de Mendoza, con Rivadavia, se arman muy buenos partidos. Siempre es durísimo”, afirmó Hugo Carrizo.

“Volví a San Juan para jugar en la selección y obviamente que para seguir en Alfiles. Apenas llegué ya estaba jugando con el club, encima en un torneo muy especial, en el 2015, porque pude jugar junto a mis tres hermanos (Ramiro, Maximiliano y Ezequiel) y también salir campeón. La mala fue que yo no pude jugar la final porque estaba suspendido”, dijo Carrizo.

Junto a sus hermanos, antes y después.

La actualidad, inmersa en la pandemia por coronavirus, lo encuentra a Hugo con 33 años, trabajando en una empresa de servicios gastronómicos y con tres hijos, Delfina (15), Bernarda (3) y Samuel (6 meses), los dos últimos producto de su relación con su actual pareja Daniela. Pero también con ganas de volver a las canchas. “Hoy estoy loco por jugar. Es más, hay veces que sueño que estoy jugando porque quiero volver ya”, aseguró entre risas, y agregó que “no tengo limites para seguir por muchos años más, hasta que me dé el cuerpo, aunque Los Mamut (los veteranos de Alfiles) ya me quieren jubilar para que me vaya con ellos. Pero aún falta, me siento excelente y si me pongo a entrenar a full puedo recuperar mi nivel”.

Junto a Daniela, su pareja, y la pequeña Brenda.

Hugo Carrizo es un crack, adentro y afuera de la cancha. Un verdadero símbolo contemporáneo de Alfiles. Y él se lo toma con humildad. “Ídolos hay muchos, pero agradezco que siempre la gente me reconoce. Antes muchos chicos me mandaban mensajes para pedirme que les dedique algún try y hasta una vez me llamó un amigo y me dijo, ‘estamos viendo el partido de Los Pumas y mi hijo dice que Nico Sánchez (apertura) no la mete desde ahí y que vos sí’. Son cosas increíbles para mí”, contó.

Josefina y Brenda, dos de sus pilares.

Para el final, demostró que es un verdadero elefante y que por sus venas corre el verdadero ADN de Alfiles: “Jamás se me pasó por la cabeza jugar en otro club en San Juan. Me ofrecieron pero siempre dije que no, porque mi club es todo. Gracias a esta institución, que hasta me bancó cuando no podía la pagar la cuota de jugador, conseguí todos mis amigos y muchas satisfacciones en mi vida”.

Brenda y el pequeño Samuel, quien seguramente seguirá los pasos de su padre en el futuro.