No hay persona que no haya ido a algún festival de boxeo en la provincia y no lo reconozca. Si bien su trabajo no está a la vista en las peleas, resulta tan fundamental como la presencia misma de los boxeadores. Se trata del labor que realiza hace más de 60 años Roberto Castro, el "timekeeper' sanjuanino. Ese término inglés sirve para denominar al cronometrista, ese que lleva los tiempos de cada round e indica con el sonido resonante de su campana, cuando se inicia o finaliza la acción.


En cada pelea que se disputa en San Juan, ese rol tiene nombre y apellido y es ni más ni menos que Roberto Castro. El hombre, que cumplió sus 90 años el 29 de junio, se mostró lúcido y con una memoria envidiable a su edad. Si bien no llega a contabilizar los combates en los que actuó, recuerda que hace 75 años vio su primer pelea y calcula que hace 60 años que es cronometrista. "Más o menos debe hacer ese tiempo, porque con Ilda -mi señora- llevo 53 de casados y antes de conocerla a ella ya estaba metido en este mundo', cuenta don Castro, vecino de toda la vida de Rawson.


"En el año 1942 fui a ver por primera vez una pelea con un primo y ahí me apasioné. Llegué a ver peleas muy importantes como la del chileno Arturo Godoy con Eduardo Primo acá en San Juan. Y cuando estaba en el Servicio Militar, antes de venirme para acá pasaba por Buenos Aires y aprovechaba para ver cualquier pelea en el Luna Park', recuerda Castro.


Quien identifica a don Castro, también distingue muy bien a sus complementos: su campana y su reloj. El reloj data de 1942, fue diseñado por Francisco Primo y el propio timekeeper sanjuanino se encargó de contar su historia: "Lo hizo el señor Francisco Primo que tenia una relojería por Avenida Rawson antes de 9 de Julio, es exclusivo, único. Fue pasando de mano a mano hasta que la Federación me lo aportó para ser el cronometrista. Si bien pertenece a la Federación es prácticamente mío, hace casi 60 años que lo tengo. Ahora cuando me vienen a buscar para cada velada (lo lleva y lo trae un dirigente, Juan Bustamante), cargo mi equipo: mi reloj, la campana y un cojín para sentarme'. 

"No podría contabilizar nunca cuántas peleas vi en mis 90 años. Son 75 años viendo boxeo, vi pasar muchísimos boxeadores".


Precisamente esa campana también tiene su historia. Más o menos por ese mismo año, recuerda que un ferroviario de apellido Herrera se la regaló pero porque estaba partida a la mitad. Él la hizo soldar y le pusieron masin para que suene mas fuerte. "Es otro de mis grandes legados' cuenta.


Castro dice que hasta enfermo y engripado al Mocoroa o a su querido Club Landini a presenciar las veladas. "Me gusta analizar todos los detalles, hasta la forma en la que camina el boxeador cuando va a subir al ring. Creo que todo boxeador tiene que sentirse un hombre muy privilegiado porque hay que tener mucho coraje para subirse a ese cuadrado. Aunque sobre todas las cosas tiene que ser buen hombre y buena persona', expresa quien durante mucho tiempo fue dirigente en el club Eduardo Lausse en Albardón, después delegado junto al ya fallecido Néstor Páez, hasta que llegó al Club Landini donde fue presidente, secretario, tesorero hasta que llegó a encontrar la función que lo apasionó: la de cronometrista: "Nunca me cansé de ser timekeeper, lo disfruto, me apasiona, ojalá lo pueda seguir haciendo', cerró.

TODA UNA VIDA. Roberto Castro con sus 90 años recién cumplidos, expresó que su reloj y su campana son su gran complemento en su vida. 

"Una vez en el Cantoni peleaba Rodolfo Catalini con Cabral, quien era campeón argentino. Al sanjuanino lo estaban haciendo sonar, hasta que lo agarró al rival justo en mi rincón, lo trabó y me gritó "Cabezón, ¿falta mucho?', me dio risa pero no podía decir nada". 

"Este trabajo es la columna vertebral de un festival pero trae sus problemas. Una vez vino un señor de Mendoza y me gritaba "eh te has pasado, el reloj te marcó mal. La Federación me enseñó que tengo que trabajar con profesionalismo, sea el boxeador que sea".

"Vi pasar muchos boxeadores y ojalá hubieran muchos Echegaray y Yúdica. Todos los chicos tienen que entender que el boxeo, como todo deporte, es una buena arma para escaparle a las adicciones. El boxeo es el deporte más lindo que puede existir".