La mano, neta, con la que el tandilense definió la pelea es este gancho zurdo que entró de lleno sobre la humanidad del sanjuanino, quien hasta el momento iba ganando la pelea. La diferencia de peso, primero, y potencia, después, fue una valla insalvable para el sanjuanino. (captura de pantalla de la TV).

Con un gancho zurdo abajo que llegó con precisión quirúrgica al hígado, cuando se cumplían 2m23s del tercer round, el tandilense Matías Rueda (30-1-0, 27 KO) derrotó, antenoche, por nocaut al sanjuanino Fabián Orosco (27-8-3, 9 KO) en la pelea central de una velada realizada en el Club Everton de Coronel Moldes, provincia de Córdoba.

El noqueador bonaerense inició su relación con el promotor Mario Arano de la manera prevista. Derrotando de manera contundente a un rival de mucho oficio como el rawsino, quien subió al ring dando notables diferencias físicas y de potencia. Y que, aún sabiéndose inferior en esas valencias, salió a jugar sus chances con gran determinación, complicando al favorito.

El, ya fallecido, periodista Julio Ernesto Vila decía que "el noqueador sube al ring con el 50 por ciento de su trabajo hecho. Solo le queda conectar un golpe". Y vaya si tenía razón. El pasado sábado en el cuadrilátero del distrito cercano a Río Cuarto; Rueda tapó con una mano impecable todos los errores que le descubrió Orosco.

Al menos cuatro golpes netos, como este derechazo, le metió Orosco a Rueda, quien los asimiló sin inmutarse hasta que llegó la definición en el tercer round.

Es que hasta el momento de la definición, el sanjuanino se las había ingeniado para complicar a Rueda. Es que, con una mayor velocidad en la partida y eficacia en la llegada de sus manos, y una buena tarea de traslación y visteo para no dar blanco fijo consiguió marcar el ritmo de la pelea. Claro que esos golpes que llegaron hasta con relativa facilidad sobre Rueda, no dañaban. ¿Por qué? Simplemente porque sobre el cuadrilátero estaban hombres de distintas categorías naturales. Uno, Orosco, un pluma inflado a ligero. Y el otro, Rueda, que a 28 horas del pesaje oficial debe haber tenido el peso de un welter.

Por eso, mientras "Noni" hacía un gran trabajo conectando las mejores piñas, "La Cobrita" esperaba el momento para meter su puñalada, esa que llegó cuando faltaban 37 segundos para que terminara el tercer asalto.

A Rueda le hacía falta un golpe para terminar el pleito. Y lo que buscó y no encontró tirando y errando manos desde todos los ángulos arriba, lo consiguió metiendo un estiletazo letal abajo. Noqueó a Orosco de la manera más cruel que tiene el boxeo. Porque quien recibe el gancho al hígado está lucido y quiere pero no puede pararse porque sus piernas, tiesas, acalambradas, no responden al mandato del cerebro.

El boxeo es un trabajo de riesgo que no escapa a aquello de que "la necesidad tiene cara de hereje". Orosco aceptó la pelea conociendo a lo que se arriesgaba. En ese marco de inferioridad cumplió su rol profesional aportando todo lo que tenía por el espectáculo.

A los dos lo ocurrido debe dejarle deberes para la casa. Si el sanjuanino pretende seguir siendo competitivo y reencauzar su carrera tendrá que pelear en su categoría. Y si el bonaerense tiene aspiraciones internacionales deberá mejorar su defensa porque cuando enfrente a un rival que pegue más fuerte que Orosco, como le pasó con el mexicano Oscar Valdez (su única derrota) otorgará ventajas que atentarán contra sus expectativas.