Esta vez las cosas no salieron como River quería. El equipo de Gallardo, que defiende el título conseguido el año pasado en la Copa Libertadores, no pudo quebrar a Cruzeiro en el choque de ida por los octavos de final de la Copa Libertadores.

El 0-0 dejó más conformes a los brasileños, que hicieron su negocio, aunque saben que no pueden descuidarse: el millonario demostró en su historia reciente que ningún escenario lo intimida cuando tiene que buscar un resultado. Aunque el cierre con un penal errado en la última jugada por Matías Suárez dejó un sabor todavía más amargo en la boca de los hinchas del campeón de América.

En el comienzo, más allá de algún ataque esporádico del conjunto brasileño en el arranque con una subida del lateral Orejuela que generó peligro por la derecha, el local se erigió pronto como el claro dominador del partido.

Con movilidad y una coordinación de movimientos que no parecía propia de un equipo casi sin actividad oficial en los últimos meses, el local arrinconó contra su arco al equipo mineiro y generó la sensación de que en cualquier momento podía ponerse en ventaja. Aun sin llegar con demasiado peligro, en esos primeros minutos, hasta el arco de Fabio.

Pero a medida que fue pasando el tiempo, quedó claro que a River le costaba dar la puntada final contra un equipo que se agrupaba con mucha gente atrás, en busca de un empate que le representaba un gran negocio.

Y a los 32 minutos, una situación de fuerza mayor le sumó otra complicación al local, cuando Javier Pinola, pieza clave de su estructura, tuvo que salir lesionado y fue reemplazado por el paraguayo Robert Rojas.

River insistió igualmente con el único libreto posible: presionar bien arriba a un rival que esperaba con dos líneas de cuatro y sus diez jugadores en poco más de veinte metros, bien agrupado cerca de la línea del área. Así, salvo algún intento como la jugada en la que De la Cruz casi marca el primero -y que fue la ocasión de mayor riesgo de la etapa inicial-, casi no pudo inquietar al arquero de Cruzeiro.

Ya en el segundo tiempo, un temor sacudió de entrada al estadio cuando Marquinhos Gabriel quedó mano a mano y definió contra un palo ante la salida de Armani. El asistente cobró off-side y el VAR convalidó su decisión, aunque la posición adelantada fue milimétrica. River mostró así una fragilidad defensiva que no había aparecido antes.

A medida que fueron pasando los minutos, si bien River no resignó su postura ofensiva, empezó a notarse su impotencia por la falta de resultados de sus ataques. Y hasta Cruzeiro se animó a soltarse un poco más con algún ataque que rompió un poco la rutina del partido. Eso sí: de chances de gol, poco y nada.

Más cerca del cierre, Gallardo mandó a la cancha a Lucas Pratto, todavía no al 100% a raíz de sus problemas físicos. Y más tarde también a Ferreira en lugar de De la Cruz. Pero el equipo brasileño parecía sentirse cada vez más seguro y subía cada vez con más gente a campo rival.

De la mano del Oso llegó la que hasta ese momento fue la chance más clara de River en el partido. Como síntoma de sus dificultades, fue en una pelota parada, a los 38 minutos, cuando con el arquero a mitad de camino y sin defensa posible cabeceó apenas afuera. Pero después también estuvo cerca a los 42 Cruzeiro, cuando Egidio desde un costado quiso definir de emboquillada y la pelota salió por encima de Armani y también del arco.