Va y viene de manera permanente. No puede con su genio. Atiende acá a un paciente que se hace una magnetoterapia. Cambia de sala y conversa con otro que está en un trabajo kinesiológico. Da la media vuelta y se va a los aparatos a darle indicaciones al que está ahí fortaleciendo algún músculo. Y siempre alegre. Con el chiste en su boca. Con la ocurrencia. Así vive su profesión Víctor Bocelli. El "Tano" para todos. El kinesiólogo que puede tener al mismo tiempo en su consultorio a varios jugadores del plantel profesional de San Martín junto con una decena de jubilados. Todos reciben el mismo trato. Con todos, él y las otras kinesiólogas que atienen en el "Centro Laser" (así se llama el local que está en Libertador San Martín y Pueyrredón) sienten las misma obligaciones. Claro, el "Tano’ es todo un personaje y todos quienes van ahí buscan hablar con él… 

– ¿Vos sentís así tu profesión? 

– Soy un enamorado de mi profesión. Estudié para esto. Me perfecciono. Intento relacionarme con personas que saben distintas cosas. Todos los días se presentan diferentes lesiones, distintos problemas. Y uno tiene que estar preparado para eso. 

– ¿Con quiénes trabajás acá? 

– Con mi hija Lía, con Analía Gómez, las dos son kinesiólogas, y con Luis Carrizo, que es ayudante pero trabaja a la par nuestra. 

– Qué bárbaro, ¿así que trabajás con tu hija? 

– La verdad, es un orgullo. Tener a un hijo tuyo trabajando con vos, en el día a día, reconforta. Y más todavía como es Lía. Ella tiene un carácter especial. 

– Tenés que tener vocación para estar así, siempre entusiasmado… 

– Y sí, tenés que sentir de verdad lo que hacés. No hago distinciones con la gente en general. Pero me apasiona, y me especializo, en las lesiones de los deportistas. 

– Contame, ¿quiénes vienen acá por ejemplo? 

– Todos los jugadores de San Martín que necesitan atención (en ese momento se atendía Francisco Mattia de una tendinitis en su rodilla izquierda). Hace poco estuvieron Ardente, Fissore y Pucheta. Ellos creen en vos y no los podés defraudar. Son jugadores profesionales. 

– Se nota que el fútbol te apasiona. 

– Me gusta mucho pero el que me apasiona es Racing (risas). 

– ¿Y de dónde saliste hincha de Racing? 

– De familia. Mi abuelo Alide fue presidente del Racing local. Me viejo jugó en ese equipo. Después con el tiempo desapareció. Pero uno siente pasión por todos los Racing (risas). 

– ¿Y vos, jugaste? 

– Al fútbol no, pero sí al hockey (en Social San Juan). También corrí en autos de Travesía. En el 2000 debutamos en Valle Fértil con un "DKW’. ¡Qué épocas! Nunca lo voy a olvidar. 

– ¿Acá atendés a los hockistas también? 

– Por supuesto. Vienen los chicos de Richet, de Valenciano. Con la gente de Richet me llevo fantástico. Los acompaño cuando juegan. Hay grandes amigos. El Tati Pizarro. El Gino (Laciar). Toda buena gente. 

– ¿Cómo te integraste a ellos? 

– Vinieron a buscarme cuando se lesionó uno de los chicos Romero. Y después, los muy atorrantes, le regalaron todo el equipo a mi hijo más chico Valentino y ahora él juega allá (risas). 

 

Equipo de trabajo. Analía Gómez, Luis Carrizo, Lía Bocelli y el Tano. En un alto ahí en la actividad dentro del consultorio, para la foto. Laburantes todos, disfrutan de lo que hacen. Desde bien tempranito (a las 7) hasta cuando llega la noche de cada día. 

"Mis viejos (Ana y Lito) viven acá a la vuelta. Son hermosos. Él tiene 73 años pero parece un pibe. ¿El secreto? Sentirse siempre joven". 

La familia unida 
 
El "Tano’ es uno de esos tipos familieros. Casado con Patricia Rabiti, son papás de Lía (la kinesióloga de 24 años) y dos que vinieron después: Francesca (7) y Valentino (5). Viven en Santa Lucía y disfrutan sus momentos. El Tano, por ejemplo, acompaña siempre a Valentino cuando corre en karting. Además, disfruta de los mates. Ya sea en casa o en el trabajo, donde Luis Carrizo (es hermano de Walter, aquel mediocampista que brilló en Colón) es el cebador oficial.

 

"¿Alguna anécdota risueña? En el 2011, en el segundo ascenso de San Martín. Terminó el primer partido de la Promoción contra Gimnasia de La Plata y todos salimos contentos. Pero pisé mal y me esguincé. Una vergüenza. El kinesiólogo lesionado". 
 

 
"Me recibí en el "96. Trabajé inclusive con el plantel de básquetbol de Atenas de Córdoba. Jugaban unos monstruos: Milanesio, el Pichi Campana. Acá en San Juan, en el "98, el profe Ariel García, me llevó a López Peláez. También estuve en el Deportivo Angaco".