-¿Puedo grabar la vuelta con el celular?
-Si podés…
Y fue así nomás, el ingreso a la Variante hizo que en vez de pista se grabara el panel, la puerta, el techo del auto. Emanuel Moriatis tenía razón; imposible mantener el teléfono quieto. Así que opté por darle un tiempo más de vida al celu, lo agarré fuerte y me dediqué a disfrutar una vuelta en El Zonda. Fue, lejos, un momento inolvidable, algo así como una paseo en una montaña rusa, pero en la pista. Ayer, por invitación de la categoría y la ASV, un grupo de personas y de periodistas dio un giro en el autódromo a toda velocidad en autos muy parecidos a los del TC 2000, que se presentará en San Juan del 23 al 25 próximos en una doble fecha.
Y DIARIO DE CUYO tuvo un lugar en la butaca de un Toyota Corolla manejado por Emanuel Moriatis, piloto de TC2000, Turismo Carretera y Turismo Nacional.
-¿Listo?, vamos, dijo el ‘Ema’.
La aceleración en boxes fue como una picada, pero el tránsito por la Viborita encendió la adrenalina. De refilón por el muro, vino la primera S y el paso por donde hace dos años perdió el control Okulovich y el choque contra el paredón le provocó aplastamiento de una vértebra de su columna y estallido del talón. Pasamos sin problemas, en lo que hasta entonces era un buen aperitivo.
Es que ahí nomás empezaba lo mejor. La Variante se vino encima y el auto seguía a toda velocidad, así que el corazón empezó a saltar más rápido y mis pies ‘frenaron’ vanamente en el piso del auto. El rebaje entró con lo justo, las gomas derechas chirriaron, pisaron el pianito interno y ahí nomás Moriatis dio el volantazo para el lado opuesto, para pasar por encima del pianito de la otra curva. El auto, por la dureza de la suspensión, quedó en dos ruedas y ahí se acabó la filmación en el celular. Fue como estar al borde del vuelco.
Entonces vino lo más emocionante. El momento en el que sentí el peligro, la velocidad y, la verdad, el temor. El ingreso al rulo por debajo del puesto fue incómodo. Se me hizo angosto el espacio entre los pilares, pero la clave para hacer bien el Rulo es entrar bien asentado. Tragué saliva.
Pero transitar el Rulo fue más intenso. Sentí la fuerza de gravedad que golpeó el cuerpo contra el lado derecho de la butaca, no pude mantener la cabeza quieta y hasta la mejilla izquierda se aplastó contra la cara. El muro se vino de frente y me acomodé para el golpe, porque no creía que el auto, a esa velocidad y con el empuje hacia la derecha, pudiera doblar a la izquierda.
Pero Moriatis metió la punta en la salida y encaró por arriba del puente. Y ahí entonces, sin descanso, otra curva con historia, la de los Tontos, la rebautizada Juan María Traverso por haberle metido el auto de prepo a Silva allá por el 2001 y ganar la carrera en la última vuelta. A esa altura, ya venía agarrado de los costado de la butaca y trataba de mantenerme firme apoyando los pies.
Y otra vez la sensación del auto apuntando contra los muñecos de goma. Cómo dobló el piloto, no lo sé, pero Moriatis maniobró, pasó por arriba del piano externo y cuando parecía que se venía el paso por la tierra y por arriba del otro piano, la trompa enganchó la recta opuesta y el pie de Moriatis aceleró a pleno.
La verdad, la velocidad en el sector más rápido del Zonda no la sentí. Pero el velocímetro llegó a 200 km/h al final de la recta. Un TC 2000 trepa en ese sector hasta los 230 km/h.
-¿Y, cómo va?. Me dijo el bonaerense pasando el puente parabólico. Y me miró. Por primera vez colaboré y miré por él hacia adelante, por las dudas. Espectacular, le dije.
-Pará que viene lo mejor.
Y lo mejor era doblar en la Horquilla, sector ideal para el sobrepaso. El auto pasó finito el muro de la izquierda, y el rebaje de quinta a segunda entró seco, fuerte, apenas un toque al freno y el volantazo hacia la derecha.
-Casi se me va, casi me va, ¿lo sentiste?, gritó Moriatis, cebado y riendo. Es que la trompa no copió bien el radio ideal y el Toyota perdió tracción. Fue, como si todo eso fuera poco, la frutilla del postre para un momento inolvidable. Impagable. Moriatis encaró para boxes y le di el lugar a otro para que pudiera vivir su momento. Yo acababa de cumplir un sueño de la infancia.