En octubre de 2008, Miguel Ángel Russo había hecho todo para ser el DT de la Selección Argentina. Exitoso en el ascenso con Lanús y Estudiantes, con buenas experiencias en el exterior, campeón con Vélez del Clausura 2005, de la Libertadores con Boca en 2007 y al frente de un San Lorenzo que brillaba en esa temporada del torneo argentino. Constancia, trabajo y vigencia. Por eso, tras la renuncia de Alfio Coco Basile, su nombre era cantado entre los candidatos. O mucho más que eso.

“Selección: se va Basile y viene Russo”, tituló en su tapa la edición del diario Clarín del 17 de octubre de aquel año. “Es una tapa que te conmueve, a vos y todo lo que tenés alrededor”, comentaría el DT unos años después, en 2011 y entrevistado por Marcelo Palacios para TyC Sports, todavía con el sabor amargo de no haber sido el elegido. “Es una tapa de anticipo, de un diario importante, no pone una tapa porque sí, no juegan con la noticia”, agregaba con picardía pero siempre fiel a su respeto por los códigos y a no buscarle excusas a los giros del destino.

Tenía motivos para estar frustrado el DT, que a esa adversidad le contestó construyendo 17 años más de trayectoria ganadora pero siempre a nivel clubes. Es que el día en que se confirmaba el portazo del Coco, el ambiente ya daba por hecho que el sucesor sería Miguelo, quien a sus 52 años se ilusionaba en cumplir un sueño que no tuvo como futbolista: ser el técnico de la Selección en el Mundial de Sudáfrica.

Le sobraba banca a Miguel. Lo quería nada menos que Julio Grondona, quien le tenía mucho aprecio personal y le había puesto el ojo un tiempo antes, cuando aquel equipo argentino que contaba con un jovencito Lionel Messi había perdido el feeling con Basile, por decirlo de alguna manera. Russo y sus modos parecían encajar en el perfil de la vieja dirigencia de la AFA, por eso no sorprendía que se lo prefiriera por encima de otros grosos como Carlos Bianchi y Ramón Díaz. Al hombre de la sonrisa perfecta le destacaban su capacidad para reconstruir equipos, una virtud que parecía fundamental a dos años de la cita mundialista.

“Sí, estuve muy cerca. Cuando se va Coco. No me quisieron decir qué pasó. Me llamaron a la noche para decirme que era y después para decirme que no“, terminó reconociendo Miguel, más suelto, el año pasado en un reportaje con Clank!, el canal de YouTube de Juan Pablo Varsky. Y agregó: “Me dormí siendo el técnico de la Selección y me desperté con que ya no lo era”. En su cuerpo ya se veían los rastros de la enfermedad que lo acompañó sobre el final de su vida pero él seguía firme en no dar más detalles ni reproches.

Hay que regresar a esa Argentina de 2008 para entender por qué el camino lógico que era Russo terminó torciéndose hacia otro lugar que se volvió inevitable. “El fantasma Maradona”, tituló nuevamente Clarín cuando la confirmación de Russo por parte de la AFA se demoraba. Estaba todo arreglado, incluso se había acordado que se quedaría en San Lorenzo hasta fin de año para tratar de ganar un título que terminó siendo para Boca tras un recordado triangular del que participó también Tigre.

Es que en el medio de las negociaciones y los llamados entre la AFA y Russo, un tal Diego Armando Maradona se autopostuló para ser el técnico de la Selección y esa posibilidad de volver a tener al 10 otra vez vestido de celeste y blanco fue como un volcán en erupción que se llevó puesto todo. Don Julio lo tenía claro: elegir a otro era exponerse a tener a Diego en la vereda de enfrente. Y Miguel se la bancó como un fenómeno, hay que decirlo.

“Dios sabrá por qué no me tocó y sabrá cuándo me irá a tocar… Sé que en algún momento me va a tocar porque vengo creciendo permanentemente, dando pasos, mantenerse es lo más difícil en el fútbol“, repetía el técnico que fue primero líder y ejemplo. Es cierto que se perdió la chance de ser el DT de la Selección, pero la sensación es que nos la perdimos nosotros.