"Yo no los maté", dijo Sandro Javier Bordón. Para la Fiscalía y el juez, se probó lo contrario.

"Nunca cometí un crimen, nunca anduve robando, nunca fui agresivo ni le hice daño a nadie... siempre, toda mi vida laburé, tengo familia, dos hijos que dependen de mi y encima nos robaron todo. Yo quiero justicia para ese señor y esa señora pero también para mi". Fue lo último que dijo ayer Sandro Javier Bordón (46 años, entrerriano de nacimiento) ante el juez Ernesto Kerman (Sala II, Cámara Penal), pero su descargo no le sirvió. Instantes después, el magistrado adhería al pedido de la fiscal Leticia Ferrón de Rago y lo condenaba a prisión perpetua por el doble homicidio agravado de Víctor Sillero (87 años, quiropráctico) y el de su esposa Florencia Bustos (86).

Ambos fueron atacados con un objeto contundente que les destrozó la cabeza el 23 de mayo del año pasado en su casa del barrio Guillermo Rawson, en Rawson. Días después fallecieron: él, el 16 de junio, ella cuatro días después.

El juez coincidió con la fiscal en que esos crímenes fueron doblemente agravados: por la alevosía, pues fueron atacados a traición. Y porque el homicida buscó asegurarse la impunidad (Sillero conocía a Bordón porque lo atendía) en el robo de la plata que tenía Sillero en su billetera y la de su esposa que estaba en un ropero. Ese día, el objetivo era otro: hallar los $2.032.000 que el anciano tenía para comprar una casa.

El día del hecho, el testigo clave llamó 11 veces a Bordón. Tras el ataque, cambió chip y lo llamó 91 veces más.

Así, cerró un gran capítulo de uno de los crímenes más brutales cometidos en San Juan, pero quedaron muchos cabos sueltos y el defensor oficial de Bordón, Marcelo Salinas, lo hizo notar.

Ayer, en sus alegatos, pidió la absolución por el beneficio de la duda de Bordón porque los testigos que vieron salir a un sujeto de la casa de las víctimas, describieron otra ropa y otra fisonomía del atacante. Hablaron de sujeto de pelo "bien negro" y delgado, y Bordón tiene el pelo canoso y entonces lucía barba.

Curiosamente, la fisonomía de ese atacante coincide con la del testigo clave del caso, Ricardo Castro, quien ayer volvió a reiterar que luego del crimen escuchó en la casa de la curandera Alicia Cortez, en Chimbas, cómo Bordón le confesaba sobre el modo en que atacó a los ancianos y el hecho de no hallar la plata. También refirió cómo ella le decía que eso no podía ser, porque en la videncia vio mucho más dinero. Y que después de ese episodio Bordón amenazó con matarlo y le pedía dinero para que no dijera nada.

Sin embargo el defensor oficial no dejó pasar el llamativo rol de este sujeto, que recién apareció cuando se ofreció una recompensa de medio millón (no la cobró, dijo). ¿Por qué? Porque el día del hecho se contactó por lo menos 11 veces por teléfono con Bordón; porque usó ese chip hasta las 20,40 del 23 de mayo, es decir hasta casi tres horas después de conocido el ataque. Y luego de esa hora cambió el chip telefónico y con ese nuevo número realizó 91 llamados a Bordón y éste le retribuyó llamadas en 16 ocasiones.

"Parece que fue todo al revés, que Castro era el que amenazaba a Bordón", dijo Salinas.

Renglón aparte mereció también la curandera Alicia Cortez, investigada como sospechosa pero luego sobreseída. En el juicio aceptó conocer a Bordón. Dijo que él le comentó que le había "encargado asustar a los Sillero", y que luego volvió a visitarla para decirle que se mandó una macana, pero sin precisarle cuál.

Sin embargo el defensor argumentó que existían triangulaciones de llamadas entre Bordón, Castro y Cortez, que probaban lo contrario a un vínculo ocasional por la ayuda espiritual que ella ofrecía.

El caso sin embargo, parece condenado a cerrar con todas esas incógnitas.