Víctima. Marcos Arancibia, junto a su novia Romina Castro. La pareja se iba a trabajar cuando fue sorprendida por dos sujetos que habían salido a robar.


"Que los pillen y hagan justicia, porque a estos tipos no les importa nada y esto no puede ser...", fueron las palabras que entre lágrimas alcanzó a decir Sandra Pérez un día después del crimen de su hijo, Marcos Arancibia (24), en el interior del barrio Luz y Fuerza, en Chimbas.

Y último miércoles, a más de 3 años de aquel fatídico 24 de enero de 2016, el caso tuvo sentencia: Luciano Gómez, el sujeto que le arrebató la vida de un disparo en el costado izquierdo del pecho, fue condenado a 15 años de prisión efectiva por los delitos homicidio agravado (criminis causa), robo simple, tenencia y portación ilegal de arma de fuego. Recibió una pena en escala de tentativa, por ser menor, tenía 17 años.

Para la juez de Menores María Julia Camus quedó probado que Gómez, que había actuado con un cómplice (nunca se pudo quién), lo baleó para asegurarse el botín que acababa de sustraerle a la novia de la víctima, la enfermera Romina Castro (entonces de 22 años) una cartera que apenas tenía $35, unos cosméticos, unos guantes de látex y documentos. 

Si bien la pena es menor a los 22 años que había solicitado la fiscal Gladys Capdevilla ayer se mostró conforme con el castigo impuesto. No así la defensa, representada por la defensora oficial Mariela López, quien había pedido la absolución del acusado con el argumento de que las pruebas no habían sido suficientes para acreditar su autoría.

De la investigación se desprendió que, unos 15 días antes de cometer el crimen, Gómez había comprado el arma con 7 proyectiles a un sujeto que lo citó en un descampado. Y una semana después había robado la moto con la que ese 24 de enero, después de haber estado en una fiesta en Concepción, salió a dar una vuelta con su cómplice y, de paso, a robar. Los que tuvieron la mala fortuna fueron Marcos Arancibia y su novia Romina. Ese día él la acompañaba a tomarse el micro pues ella debía trabajar en el hospital. Luego, Marcos volvería a su casa para salir también a trabajar repartiendo pan. Apenas caminaron 50 metros cuando los motochorros los sorprendieron. La pareja empezó a correr, pero ella se cayó y en el piso la golpearon para sacarle la cartera. La chica había declarado que el homicida disparó cuando Marcos hizo el amague de írseles encima a los ladrones. Gómez había confesado el crimen, pero dijo que el tiro se le escapó "en un forcejeo".