De hace más de una semana que la Policía ya sabe quién es el supuesto depravado de la moto que azota San Martín. El problema es que allanó su casa en Santa Lucía y otros posibles lugares en los que podría ocultarse, pero no logra dar con él. Le atribuyen tres ataques sexuales ocurridos en febrero último, pero además otro cometido en enero y al menos uno más del año pasado, todos con las mismas características.

Para no interferir con la investigación, este diario por ahora no revelará su nombre y apellido, aunque él sabe bien que lo están buscando y sus allegados también. El hombre está prófugo, pesan sobre él los pedidos de captura de los jueces Alberto Benito Ortíz y Benedicto Correa, del Primer y Quinto Juzgado de Instrucción, respectivamente, quienes investigan los ataques cometidos en San Martín. Hubo otro en Pocito, pero averiguan si fue perpetrado por el mismo sujeto en moto.

Por ahora se investigan 5 casos, pero no descartan que sean más. Ya apareció un hecho similar ocurrido el año pasado.

En la Policía hay mucho hermetismo, pero se supo que hicieron dos procedimientos en la casa del sospechoso, en el asentamiento Pedro Echagüe. Ahí vive con su pareja, dijeron. El presunto violador cuenta con antecedentes penales por delitos contra la propiedad y evidentemente desapareció al enterarse que lo tienen en la mira. Según fuentes del caso, de la zona en donde vive se llega fácilmente a San Martín.

Tiene entre 30 y 40 años y su contextura física coincide con las descripciones que dieron las mujeres atacadas el 16 y el 22 de febrero. Todas afirman que el sujeto actúa de día, que anda en moto, que las toma a golpes y posteriormente las arroja a un costado de la calle. Dos de ellas fueron abusadas sexualmente. Estos tres casos investiga el juez Ortíz, además de otro (pueden haber más) ocurrido en 2016. Por su parte, el juez Correa interviene en otro ataque sexual de enero último. 

Las claves para identificar al supuesto violador, fueron dos de los celulares que robó a algunas de estas chicas. Los investigadores pidieron el rastreo de esos aparatos para saber si los estaban usando y localizaron a las personas que los tenían.

Éstas dijeron que los compraron y señalaron a quien se los vendió: era el mismo sujeto. Así conocieron su nombre y su domicilio, más tarde descubrieron que en la Policía tenían sus antecedentes y su foto. Para cuando fueron a buscarlo a su casa ya no estaba, tampoco lo encontraron en otros sitios que suele frecuentar.