El juez Alberto Benito Ortiz (Primer Juzgado de Instrucción) analizó un complejo cuadro de pruebas antes de concluir que el policía y su esposa debían ser procesados. Ella, quedó en libertad.

Su padrastro, oficial de Policía, empezó a manosearla cuando tenía 13 años y ella se lo contó a su madre de inmediato, pero la mujer le dijo que era un juego. Volvió a ponerle las quejas cada vez que la manoseaba y le reveló cuando el sujeto la violó por primera vez, a los 14. Y le habló de los mensajes de tono erótico y las fotos de sus genitales que el policía le mandaba por teléfono, de la segunda vez que la violó. Y nada, su mamá lo toleró. Es más, hasta la golpeó y la amenazó para no decir nada, pues él era el jefe de hogar y si lo metían preso sufrirían serios aprietos económicos. La encrucijada de no saber cómo enfrentar ese terrible problema, llevó a esa niña a sufrir y somatizar el conflicto. Se tajeaba con cúter y/o cuchillo en brazos y mamas. Se fugaba de su casa, no dormía bien, perdía el apetito, se sentía sola, triste, culpable, al punto de que por un par de meses la rondó la idea de matarse, ahorcándose.

La resolución del juez aún puede ser apelada a un tribunal superior

Tan grave fue el trauma, que hasta desarrolló tiroiditis y un cuadro epiléptico que la obliga a medicarse para siempre. Eso dijo con claridad un médico que la trató: "puede decirse (en este caso) que la epilepsia o enfermedad neurológica pueden tener origen en personas que sufren o padecen problemas emocionales. Personas con problemáticas estresantes pueden generar problemas endocrinológicos e infecciones", precisó Jorge Castro.

Todo estalló el 16 de octubre de 2018, en Albardón, cuando el caso llegó a oídos de las empleadas de un centro de salud y de ahí al ANIVI. La versión era que la niña (entonces de 16 años) le había comentado a su novio y a la familia del joven, sobre los tremendos problemas que sufría, incluido el abuso sexual de su padrastro. Pero el 30 de octubre, la chica llegó a Cámara Gesell y dijo que mintió, que inventó todo por bronca con su madre y su padrastro porque le ponían límites, que él era bueno, que le ayudaba, que mantenía a todos.

En enero pasado y ya internada en un hogar estatal, volvería a la Cámara Gesell con otra versión, que los psicólogos tomaron por verosímil y no "estereotipada" como la otra. Ahí reveló que en su primera entrevista mintió porque su mamá amenazó con molerla a palos.

Esa prueba, más las capturas de WhastApp aportadas por su novio, testigos, el informe de médicos, psicólogos, pericias telefónicas y un informe vecinal que mostraba a la madre de la niña hasta como consumidora de alcohol, llevaron al juez Alberto Benito Ortiz a procesar y dejar preso al oficial de 39 años por dos violaciones y a su esposa sin encierro (madre de la niña) por encubrimiento agravado, pues buscó protegerlo a toda costa, aún rompiendo el celular de la víctima para eliminar pruebas.

El fallo no está firme.