El 29 de setiembre de 2018, recibió 4 años de cárcel por comercio de drogas (ya la cumplió). Y hoy, la jueza, Carolina Parra, lo declaró reincidente y le aplicó 8 años de cárcel por varios abusos, gravemente ultrajantes, que perpetró contra su pequeña hijastra, quien recordó haber sido abusada por primera vez cuando iba a primer grado y de ahí en más, ‘muchas veces’, hasta que tuvo 9 años (hoy tiene 10).

La decisión de la jueza, representó una ratificación del acuerdo de juicio abreviado entre el imputado y su Defensa Oficial, hoy representada por Lucas Quiroga, con el fiscal, Mariano Juárez Prieto y sus colaboradoras, Agustina Cerdera y Carolina Calderón (UFI ANIVI).

El condenado en cuestión tiene 46 años, vende flores y hace changas (no se lo menciona porque tiene hijos en común con la madre de la víctima).

Había sido denunciado por la madre de esa niña a la que también maltrató (la insultaba, respondía a los gritos y rompía cosas en la casa, según informe ambiental) el pasado 23 de febrero. Fue después de que el abuelo de la niña notara algo raro; entonces la madre quiso saber, la interrogó, la niña negó haber sido atacada por su padrastro (había amenazado con golpearla), pero le contó todo a su madre cuando le insistió. Fue ahí que le describió cómo eran esas agresiones sexuales, que no llegaron a una violación.

Cuando la mujer confrontó al sospechoso, éste agarró sus cosas y decidió marcharse. Entonces escribió una carta en la que admitió: ‘soy una vergüenza, caí muy bajo con lo que hice, no me alcanzará la vida para pedir perdón’.

Ante los policías que fueron a detenerlo, también reconoció: ‘le quité la inocencia a mi hija’, para luego quedar en silencio, según la investigación.

Ansiedad, angustia, culpa y una gran bronca contra sus padrastro, destacaron entre los indicadores de abuso sexual que los psicólogos detectaron en la menor. Hoy, más tranquila y con notas más elevadas en la escuela, precisaron.

En la cárcel, sin embargo, las cosas parecieron cambiar para el changarín. En otra carta que le envió a su expareja, le dice que la extraña y la ama (‘eso nunca va a dejar de ser’, precisa), pero le remarca que encontró el camino de Dios, que saldrá a predicar su palabra cuando abandone la prisión porque ‘se cortó la cadena de maldición’ y lo ‘malo que moraba en mi’.