En su discurso de investidura, el flamante presidente de Argentina, Alberto Fernández, aseveró ayer que su Gobierno tiene la "voluntad" de pagar la "insostenible" deuda pública que deja la gestión de su antecesor, Mauricio Macri, pero afirmó que "carece de capacidad de hacerlo".

"No hay pagos de deuda que se puedan sostener si el país no crece. Tan simple como esto. Para poder pagar hay que crecer primero", sentenció ante las autoridades del Estado y mandatarios extranjeros que asistieron a la ceremonia de su asunción en el Congreso.

Fernández aseguró que buscará una "relación constructiva y cooperativa" con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que en 2018 aprobó para Argentina un préstamo de 56.300 millones de dólares, y el resto de acreedores, y lamentó que recibe un país "frágil" y "postrado".

"Resolver el problema de una deuda insostenible no es una cuestión de ganarle una disputa a nadie. El país tiene la voluntad de pagar pero carece de capacidad de hacerlo", reconoció.

Para el nuevo jefe de Estado, el Gobierno saliente tomó "una inmensa deuda sin generar más producción para obtener los dólares para pagarla" y los acreedores tomaron riesgo en invertir en un modelo que "ha fracasado" en todo el mundo.

"El Gobierno que acaba de terminar su mandato ha dejado al país en una situación de virtual default (cese de pagos)", consideró, y recordó que esta situación le recuerda al "laberinto" con el que se encontró el país en 2003, cuando asumió como jefe de Gabinete de Néstor Kirchner (2003-2007) y en un momento en el que el país luchaba por salir de la grave crisis del "corralito" de 2001.

Argentina acumula una deuda pública total de 314.315 millones de dólares -frente a los 240.000 millones de finales de 2015-, de los que casi 44.000 corresponden al préstamo de 56.300 millones del FMI.

"La nación esta endeudada", sentenció Fernández, para reprochar que el país ha sido "rehén" de los mercados financieros internacionales, y es necesario "sortear ese escenario".

Para poner Argentina "de pie", añadió que hay que hacerlo con un "proyecto propio" y no con "recetas que siempre han fracasado", y reiteró que habrá incentivos "para producir y no para especular". "Va a llevar algún tiempo lograr lo que todos queremos", afirmó.

Por otra parte, planteó que la primera medida de su gobierno será lanzar el "Plan Integral de Argentina contra el Hambre" porque, advirtió, "los marginados, necesitan ser parte y ser comensales en la misma mesa de una nación que tiene que ser nuestra casa común".

"Por eso la primera reunión oficial de nuestro Gobierno consistirá en un encuentro de trabajo sobre esta prioridad.

Allí todo nuestro gabinete y las personalidades que generosamente se han sumado a nuestro llamado, comenzaremos la acción que ponga fin a este presente penoso", adelantó.

A sus anchas. Alberto muestra con una amplia sonrisa su satisfacción por el logro alcanzado. Ya era Presidente.


Esto, remarcó, "nos exige reorientar prioridades en economía" y precisó que "la solidaridad en la emergencia tiene muchas caras". "Las economías familiares se encuentran asfixiadas por los altos niveles de endeudamiento, a tasas usurarias y en algunos casos con esquemas de devoluciones diarias", alertó.

En esa misma línea, Fernández anunció que "en los próximos días estaremos convocando a los trabajadores, a los empresarios y las diversas expresiones sociales, para la puesta en marcha de un conjunto de Acuerdos Básicos de Solidaridad en la Emergencia, que constituyan el cimiento sólido a partir del cual se vuelvan a encender los motores de nuestra economía".

En unos de los pasajes más aplaudidos de su discurso, Fernández anunció una reforma judicial integral y condenó las "persecuciones indebidas y las detenciones arbitrarias inducidas por quienes gobernaban y silenciadas por cierta complacencia mediática". Por otra parte, aseguró "vamos a atender la salud de los argentinos a través del Ministerio que alguna vez degradaron".