La economía indica claramente que Cristina perdió. Es natural que existan tantas interpretaciones de la realidad como personas que analizan o reflexionan. Como diría un amigo, es un problema epistemológico, epistemología es la disciplina que evalúa los métodos conque se realizan las mediciones, la calidad de los instrumentos, la ‘ciencia de la ciencia‘. Mi abuela lo decía más sencillo ‘todo depende del cristal con que se mire‘. Además nos rodea el fenómeno de la posverdad, mentira encubierta alentada por muchos asesores de campañas pero aceptada íntimamente por nosotros, cuando vemos no lo que es sino lo que queremos ver o lo que se acerca más a nuestras creencias o deseos.

Preferimos esa fantasía a los hechos, que suelen resultarnos odiosos o menos atractivos. Pero hay algunos indicios categóricos o más categóricos que otros. Un viejo dirigente argentino supo afirmar que la glándula más sensible que tiene el ser humano es el bolsillo.

El prócer radical Juan Carlos Pugliese, puesto a manejar algo que desconocía, el Ministerio de Economía, se quejó, ‘les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo‘. Así se trate de grandes operadores, de expertos en finanzas o de gente común, siempre se toman decisiones de macro o microeconomía pensando en el bolsillo.

Gente humilde que compra dólares, jóvenes que se endeudan, amas/os de casa que salen al mercado a defender su sueldo, en fin, en todo momento votamos con el bolsillo, todos los días y a toda hora. Se compra o se vende, se ahorra o se gasta, se toma deuda o se es conservador dependiendo de nuestra expectativa, de nuestro estado de ánimo informado por sensaciones intuitivas que, aunque no sean expuestas verbalmente, nos tiran para un lado, como que se nos va el cuerpo.
 

Mucha gente perdió plata en pocos días, compró caro y ahora deberá vender barato.

Teniendo en cuenta ese tipo de reacciones desde lo grande a lo pequeño, desde la compra de la feria hasta las inversiones especulativas de gran porte, no cabe duda que la gente ha leído el domingo pasado que Cristina perdió y que hay pocas posibilidades de que vuelva. Menos aun su séquito. Su entorno más cercano y querido, el exministro de Economía (nunca tuvo el cargo pero ejerció como si lo tuviera) Guillermo Moreno y Luis D’Elía no pudieron superar los mínimos requeridos para entrar en la competencia que será en octubre, o sea, no clasificaron aunque más no fuera para salir en la última tanda de la carrera final. Aunque el lunes ya fue notable la tendencia, lo más importante estuvo el martes.

Ese día vencía algo más de la mitad de toda la deuda del Banco Central colocada en pesos en las llamadas Lebac, una cifra escalofriante que hizo meditar sobre la locura de calzar el plazo apenas a dos días de una elección de resultado incierto. Un riesgo extremo. Es posible que Federico Sturzenneger, titular de la entidad madre monetaria del país, haya pasado un fin de semana tenso, sin dormir. Si las primarias hubieran dado un triunfo claro a la oposición, sobre todo a Cristina en la provincia de Buenos Aires, se hubiera desatado una catarata de hechos comenzando a primera hora del lunes con el armado rápido de posiciones en dólares, la salida de papeles y acciones y una mayúscula reticencia a renovar el crédito al Estado a través de esas Lebac. Todo al revés de lo que ocurrió.

Acciones de empresas argentinas que cotizan en New York (ADRs) llegaron a subir hasta 14%, el dólar se desplomó en dos días 70 centavos por unidad y la bolsa hizo pum para arriba el primer día casi 4%. El viernes anterior, al cierre de las operaciones, sobre las 6 de la tarde, ya habían aparecido tenues síntomas de lo que pasaría. El dólar, clásico bien de resguardo por argentinos curtidos por golpes inflacionarios, comenzó a ceder y dejó de presionar al Central. El inicio de la semana post electoral mostró un clima directamente de euforia. Por parte del gobierno, una euforia similar a la del equipo que convierte el gol del triunfo en el último minuto.

Por parte de los inversores una carrera desesperada y elocuente que desnudaba la sensación: ‘cómo no nos dimos cuenta antes‘. Hay consecuencias de mediano plazo. Mucha gente perdió mucha plata en pocos días, compró caro y ahora deberá vender barato. El Banco Central propinó una paliza a apostadores de riesgo que llegaron a firmar futuros con el billete verde a más de $19 cuando el presupuesto prevé $18,50 para fin de año. Ahora, cuando se deja trascender que el BCRA meterá mano solo cuando baje de 17, da toda la sensación de que esa meta se podrá cumplir. Se estima que la entidad monetaria recuperará rápido las reservas jugadas en esa mesa, pero que no dejará caer la cotización por debajo de un límite que resulte atractivo para los exportadores.

Dicho sea de paso, aquellos que estuvieron reteniendo liquidaciones a la espera de mejores precios, también estarán arrepentidos y se cuentan entre los candidatos a desprenderse rápido de esos activos antes de que sigan bajando. Todo bajo control y con la imagen de un Sturzenegger semejante a los antiguos comandantes marinos, con el látigo al hombro. Esta solidez macro, sin desafíos importantes, con una inflación todavía alta pero que terminará el año rondando el 20% (la mitad del año anterior), la fluidez del crédito personal y familar, las largas cuotas hipotecarias para viviendas de los jóvenes, el auge de la construcción y el impresionante crecimiento de venta de autos y motos parecen ser, como diría Erich von Daniken, recuerdos del futuro.