Sede. Este es el Gran Palacio del Kremlin, desde donde los líderes ejercían el poder en la época comunista, desde Lenin, pasando por Stalin y Jruschov hasta Brezhnev, entre otros.

El 7 febrero de 1953 es quizás uno de los días cumbre en la historia de la entrevistas de diplomacia argentina. Sucede en Moscú, en plena Guerra Fría, en el mismísimo Kremlin. De un lado, el anfitrión es uno de los hombres más poderosos del planeta y casi inalcanzable para el trato directo, el jerarca de la URSS, Iósif Stalin. Del otro lado, un joven sanjuanino de 33 años, que comenzaba una meteórica carrera política.

A 65 años de la emblemática reunión que convirtió a Leopoldo Bravo, por entonces embajador, en el único latinoamericano que logró entrevistarse con el mítico mandatario y el último occidental en dialogar con él, DIARIO DE CUYO estuvo en el Kremlin para reconstruir aquella audiencia histórica.

La gigantesca fortaleza (su traducción del ruso) además de contar con edificios administrativos, catedrales, palacios, cámaras zaristas, la armería y otras dependencias, siempre fue un símbolo del poder más absoluto, donde se urdieron planes que cambiaron el curso de la historia del siglo pasado. Hasta esas inmensas murallas de ladrillo rojo, de 18 metros de altura, el futuro gobernador de San Juan llegó, sobre un Mercedes Benz manejado por un chofer. Iba camino a una cita que sería legendaria y cuyo contenido no saldría oficialmente a la luz por más de medio siglo.

Unas horas más tarde la noticia sorprendería a las cancillerías europeas y americanas. Es que el líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) no recibía embajadores, por eso la inusual reunión despertó todo tipo de especulaciones políticas y un largo inventario de los supuestos temas abordados.

Hay diversas versiones y escritos sobre las condiciones del acontecimiento de aquel gélido sábado del invierno ruso. De hecho, los guías turísticos de Moscú tienen conocimiento de este célebre encuentro. Del mismo modo, se supone que Bravo ingresó por la llamada Torre del Pinar (Borovítskaya), la más cercana al río Moscova, y al llegar a la Catedral de la Asunción lo hacen cambiar de vehículo, acompañado por el canciller Andréi Vishinski y por su propio intérprete.

El debutante embajador estaba a minutos de verse cara a cara con el hombre que tenía en un puño a un imperio que disputaba con Estados Unidos el control del mundo. Pero el sanjuanino no tenía nada de inexperto. Apenas unas semanas antes, el 16 de enero, cuando presentaba las cartas credenciales en el Kremlin, no anduvo con titubeos y expresó su deseo de entrevistarse con Stalin.

Es que el misterio alrededor del dictador de bigotes gruesos y gesto adusto ascendía a su máximo nivel ya que nunca se mostraba en público y pasaba sus días encerrado en el Kremlin o en su residencia campestre. Creía que había un complot de médicos encargados de matarlo y desconfiaba hasta de su sombra.

Pero la apuesta de Bravo dio resultado, quizás era la culminación de un trabajo que comenzó en 1946. Ese año llegó a Moscú integrando el equipo de Federico Cantoni, que era nombrado embajador por Juan Domingo Perón, al restablecer las relaciones rotas tras la Revolución Rusa en 1917. La misión del otrora caudillo bloquista duró hasta 1949, pero Leopoldo se quedó en el país, primero como consejero de la embajada y luego como encargado de negocios.

Así, hasta mediados de 1952 cuando el General, que estaba por asumir su segundo mandato, lo cita en Buenos Aires. "Dígame, Bravo, ¿es cierto que en estos años aprendió a hablar ruso?", le preguntó Perón en Casa Rosada. Efectivamente, a diferencia de otros enviados del gobierno argentino a Europa del Este, Bravo se manejaba bastante bien con el idioma. Como enviado especial y ministro plenipotenciario había recorrido otros destinos detrás de la Cortina de Hierro, tales como Rumania y Bulgaria. Entonces, llegó el ofrecimiento: "Yo lo pongo en una vidriera, ahora depende de usted el que se luzca".

Unos meses más tarde, en una sala del Gran Palacio del Kremlin, el futuro líder bloquista estaba estrechando la mano de Stalin. Por décadas, el contenido de este encuentro que tantas expectativas generó en el enrarecido clima de la Guerra Fría se mantuvo en reserva, salvo por las explicaciones formales que el propio embajador había dado en su momento. No fue hasta el 2003, al cumplirse 50 años de la muerte del líder soviético, que se publicaron en Rusia los archivos oficiales de esta conversación.

Stalin era reticente para dar entrevistas. Por lo general, contestaba preguntas por escrito.

En medio de la repercusión internacional por el encuentro, Bravo había esgrimido temas económicos en medio de una visita de cortesía, haciéndole llegar a su anfitrión los saludos del presidente argentino y los deseos de éste de acrecentar el comercio entre ambos países. Tal cual sus dichos, la desclasificación de los documentos lo prueban. En la transcripción hecha en Rusia por el Centro de Publicación "Unión", en 2006, ante la pregunta de Stalin sobre lo que podría vender Argentina, el diplomático ofrece cuero, lana, aceites y una gran cantidad de productos agrícolas. Mientras que expresa el interés por importar equipos para perforación petrolera y maquinaria para la agricultura.

Además, Bravo, que a lo largo de la entrevista se refería a su interlocutor como "generalísimo", le comenta su postura personal que desde niño estuvo interesado en la URSS, a la vez que alababa la modernización de la industria de ese país. Posteriormente, luego de que el "Hombre de Acero" (tal el significado del apodo adoptado por el político soviético) indagara sobre si Argentina es un país independiente de poderes y sobre la soberanía de otras naciones latinoamericanas, se entra en el terreno deportivo. El jefe comunista comenta que los "hispanos", en general, fueron buenos atletas en el pasado y pregunta si el deporte está muy desarrollado en Argentina. Bravo le cuenta que el fútbol está muy desarrollado y que el país está interesado en que la selección albiceleste visite la


 

Cosaco. Bravo usó el típico atuendo ruso para una visita en la Plaza Roja. Cuando visitó a Stalin, le dijo a sus íntimos que caminaba hacia la historia.
Generalísimo. Ese término uso Bravo para referirse a Stalin en la entrevista que tuvieron. El líder soviético se mostró interesado por el peronismo.

URSS y viceversa con el equipo nacional soviético. Después, créase o no, Stalin se muestra particularmente interesado en llevar a Boca Juniors a jugar a Moscú.

Luego llegó el tramo más jugoso de la reunión, que quedó en el anecdotario de la diplomacia mundial. El soberano no resistió a una pregunta que muchos extranjeros, entonces y ahora, se hacen.

- Dígame, ¿qué es eso del peronismo? - lanzó El Mariscal intrigado por ese movimiento político que descongeló la relación con su país y que acababa de obtener el récord histórico de más del 65% del electorado, en la reelección de Perón.

Bravo argumenta, entre otras cosas, que es "la superación de la nefasta división idiota de derechas e izquierdas... Por eso la tercera vía, la tercera posición. El peronismo es más social que capitalista... Es novedoso para países que se ubicaron como lacayos de los poderes internacionales: defiende la soberanía nacional basada en la independencia económica y en la gestión de empresas argentinas o del Estado argentino... Pero el peronismo rechaza por igual al comunismo". Algunos historiadores dicen que esta frase final se le escapó al representante argentino, sobre el régimen donde él era embajador.

- Perón cree que el capitalismo de Estados Unidos es torpe, mediocre y el peor enemigo de América latina -siguió el diplomático, quizás tratando de enmendar-. En suma, el justicialismo es una sublimación de la oposición de izquierdas y derechas. Es también un nacionalsindicalismo... La democracia de las divisiones partidistas es una hipocresía superada. El peronismo siempre gana en elecciones correctas, pero no cree en la democracia formal -cerró el sanjuanino.

Seguidamente, el Mariscal le preguntó por Evita, fallecida el año anterior. Quería saber sobre su gran influencia en la vida social del país, su coquetería femenina, su carisma, entre otras cosas.

Sobre el final, el poderoso líder le pregunta al embajador cómo se encuentra en la ciudad, a lo que Bravo responde que bien, pero un tanto abrumado por la urbe. Esa respuesta es la que provoca que Stalin ordenara a sus asistentes que de inmediato le entreguen una dacha (casa de campo), algo que en Rusia es casi una tradición. Hoy la residencia es un símbolo de la política exterior argentina y es utilizada con frecuencia para festejar días patrios y reunir la diplomacia del Mercosur.

Cuando Stalin se despide de Bravo, que al parecer seguía masticando "eso del peronismo", le dice: "Si lo he entendido bien, ustedes serían capitalistas, pero no tanto. Pero también socialistas, aunque casi nada. Llegan al poder por elecciones, pero no creen en la democracia burguesa...".

- Eso, eso mismo -asintió el sanjuanino.

El cónclave duró 45 minutos, dicen que nunca Stalin había recibido en forma tan prolongada a un visitante extranjero. Horas más tarde, Radio Moscú informaba de la reunión y se enviaban los cables con la noticia.

Al día siguiente del encuentro, el embajador elevó un informe a la cancillería contando lo sucedido. Concluyó el telegrama diciendo: "Una óptima impresión me ha dado el Generalísimo Stalin, quien goza de plena salud y se expresa ágil, amena y agradablemente en su conversación". Sin embrago, el 5 de marzo de 1953, el "Zar Rojo" murió a las diez menos diez de la noche. Entre medio, no se entrevistó con ningún otro extranjero.

Según Bravo, la charla con Stalin fue alternando por cuestiones de Estado y temas triviales.

El 5 de agosto de ese año se firmaría el primer acuerdo comercial de la historia entre la URSS y un país de América latina y uno de los pocos con naciones no comunistas. En la práctica, el acuerdo favoreció mucho más a la Argentina que a los soviéticos. En tanto, para el 2 de junio de 1955 se realizó en Buenos Aires la Exposición Industrial de la URSS, la primera de ese tipo en la región.

Bravo volvería como embajador a Moscú en 1976 y negoció el acuerdo de granos por el cual la Argentina occidental y cristiana le vendía cereales a la casa matriz del marxismo internacional. Leopoldo Alfredo Bravo, tras ser gobernador de San Juan (tres veces) y senador nacional, murió a los 87 años en 2006. Al día de hoy, en un sondeo entre los jóvenes rusos, una de las pocas cosas que reconocen de Argentina son aquellos cereales que consumían de pequeños en la década del "80.

Historiadores dicen que Stalin dio la charla para irritar a Estados Unidos.

En la embajada. La vista corresponde a la sede diplomática argentina en Moscú, en momentos de la última gestión de Bravo. En la foto aparecen sus hijos y su esposa Ivelise.

Ingreso a la historia grande

Para algunos estudiosos, Leopoldo Bravo habría ingresado a su encuentro con el mandatario soviético por el sector que da al río Moscova. Para otros, el sanjuanino podría haber ingresado por la puerta que da la plaza de las catedrales, junto a la Cámara Facetada (edificio a la derecha en la foto), donde antiguamente los zares recibían a los diplomáticos.

"¿Tú te refieres a Leopoldo Bravo, que se reunió con Stalin, justo antes de su muerte en febrero del "53?", le responde sin titubeos el guía turístico Rodolfo Stalin Ortega (sí, Stalin por el jerarca) al periodista de este medio. La famosa entrevista es conocida por quienes lideran contingentes masivos desde hace más de un mes por el mundial. Uno de ellos es este venezolano que desde adolescente fue un interesado en la cultura de este país en el cual está radicado desde hace años. Como guía profundizó sus conocimientos sobre líderes políticos y registra claramente la entrevista de Bravo con el líder soviético.